Tan sólo mencionar el nombre del Perito Francisco Moreno nos lleva a recordar a un hombre que de sus saberes brindó un servicio a la Patria que muy pocos pueden mostrar. Digno de mención especial a lo largo de su vida intereses superiores y superadores.
En uno de sus tantos momentos de la historia argentina en que las pasiones e intereses se ponen por encima del Bien Común (momentos, como decimos siempre, se cae en la sociedad de Don Pirulero en donde cada cual atiende su juego), allá por el año 1852 nace este verdadero y necesario Patriota.
Hijo de Francisco Facundo y de Juana Thwaites, tuvo tres hermanos menores y una hermana mayor. Su padre había estado exiliado en Uruguay durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas y su madre era hija de un oficial británico que había sido capturado en el transcurso de la segunda de las Invasiones Inglesas, en 1807, y que luego se radicó en el Río de la Plata.
Don Francisco, su padre, fue un hombre de una gran sensibilidad social para su época. Según cuenta la historia por las tardes veraniegas abría los portones de rejas de sus quintales para que los niños de la zona pudiesen proveerse de los frutos necesarios en un barrio muy humilde por ese entonces.
Su hijo, nuestro recordado en esta oportunidad, tenía una expresión preferida: “en donde el trabajo y la escuela reinan, la cárcel se cierra” o «Un chico con el estómago vacío no aprende a escribir la palabra pan». Seguramente su sensibilidad social, sin perjuicio ni prejuicio, lo llevó a fundar y costear un comedor escolar vendiendo las tierras de la Patagonia que fueran donadas por el gobierno nacional.
En 1885, contrajo matrimonio con María Ana Varela, hija del escritor Florencio Varela, y de esta unión nacieron siete hijos; tres de los cuales fallecieron antes de cumplir los tres años de edad.
Fue, a partir de 1885, de la «Sociedad Exploradora de Paramillos de Uspallata”, en la Provincia de Mendoza, que contrató para el proyecto de minas al ingeniero Germán Ave Lallemant. Éste fue quien se encargó de supervisar técnicamente la instalación de grandes plantas de laboreo minero en la precordillera, a 3.000 m.s.n.m., en las cercanías de la actual localidad de Uspallata.
En 1897, en unos de los viajes que realizó a Chile como perito en límites, cruzó la cordillera de los Andes a lomo de mula junto con su esposa, y sus cuatro hijos, acompañados por el Dr. Clemente Onelli. En junio de 1897, quedó viudo como consecuencia del fallecimiento de su esposa de fiebre tifoidea, a los 29 años de edad.
Su obra fue de tal envergadura que resulta imposible escribir sobre la creación de parques nacionales sin mencionarlo a él.
Francisco P. Moreno fue el primer argentino que propició la creación de parques nacionales en su país.
Al igual que el Dr. Exequiel Bustillo, Moreno sostenía lo mismo que uno de los propiciadores del Yellowstone National Park de los Estados Unidos, John Miur: que de los posibles usos que presionarían sobre los Parques, el turismo era la alternativa de uso más manejable y contribuyente.
Los conocimientos de la región andina austral, su tesón y habilidad como Perito de la Comisión de Límites entre Argentina y Chile, y la defensa que hace frente al tribunal arbitral británico de la posición Argentina, permieron que, al finalizar el arbitraje, la Argentina retuviera 1800 leguas cuadradas de territorio. Por ello, en 1903 el gobierno argentino -en agradecimiento y a través de la sanción de la Ley 4.192- le otorgó a Moreno, 25 leguas cuadradas de tierras fiscales, en un sitio de su elección.
Con un espíritu generoso, de estas tierras, 22 leguas cuadradas las vendió para financiar comedores para desposeídos, y las restantes -ubicadas en la región oeste de los territorios de Neuquén y Rio Negro, en el extremo oeste del fiordo principal del lago Nahuel Huapi- las donó al gobierno con la condición de que fueran preservadas intactas, previendo la necesidad de la conservación del ambiente que sobrevendría en los años venideros. El 1 de febrero de 1904, el gobierno aceptó la donación de Moreno y reservó la zona indicada. Recién en 1916 y por decreto de fecha 26 de mayo se nombró un encargado de esta reserva, primera en todo el territorio argentino; se la llamó Parque Nacional del Sur y luego constituiría el Parque Nacional Nahuel Huapi. Dn. Jorge Newbery, poblador de la región, aceptó el cargo ad-honorem.
Reconocido internacionalmente su visión fue muy respetada al respecto de los límites entre Argentina y Chile lo cual terminó por esos años de los diferendos entre ambas naciones, permitiendo que a nuestro país le fuera reconocida sus argumentaciones por el tribunal británico.
Funcionario del gobierno, fue electo diputado nacional, cargo que ejerció con la hidalguía de un hombre probo, que no le impidió seguir siendo un consultor en cuestiones de naturaleza y ambientales.
Fundador del Museo de Ciencias Naturales de la Ciudad de la Plata, dejó en esta ciudad su sello y huella de un erudito en la materia, erudición obtenida por sus viajes a la Patagonia y otras Provincias Argentinas.
Muchas y otras cosas podríamos decir de este hombre verdaderamente emprendedor y que por una curiosidad de la historia, su quinta fue adquirida por otra persona de bien, Don Félix Bernasconi, vuelto al país de una larga estadía junto a sus padres y hermanos en Europa.
Don Félix Bernasconi, hacia el final de sus días decide donar esas tierras al Consejo Nacional de Educación con el sólo propósito que sirva para educar a los niños humildes del barrio de Parque de los Patricios para que en el día del mañana sean hombres de provecho para sí y para la sociedad, hecho que se concreta en el año 1929
Poseedores de una quinta de ocho hectáreas en aquel Buenos Aires de aquellos quintales que hoy son las grandes plazas. Cada barrio tenía una familia dedicada a estos menesteres; muchas de éstas hoy llevan el nombre de su propietario. Parque Lezama, Plaza Lezica, entre otras.
Sobre la actual calle Catamarca podemos observar hoy el Palacio-Escuela, una creación auténticamente memorable con jornada simple y doble turno.
Hoy como queriendo unir pasado y presente, por qué no futuro, se encuentra expectante un hermoso Aguaribay que fuera plantado por las mismas manos de este hombre al que nos referimos, hacedor de una verdadera historia que no presenta dobleces de ninguna naturaleza.
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imagen interior: www.buenosairesagenda cultural.gov.ar