Según palabras de La Palabra el pecado original fue comer del árbol prohibido. Francamente nos preguntamos si esto es así o, por lo contrario, ese pecado existió al serle otorgado el poder parlante y racional a quien, más temprano que tarde competiría con su mismo Creador construyendo su cultura y como hemos dicho, enfretándolo.
A pésar que el gran déficits de la Fe que se agota en creer o no hacerlo, no incorporando el Mensaje Filosófico que es la filosofía del amor (amor que lo trasciende y que tiene que ver con la respuesta al necesitado de salud, justicia, alimento entre otros valores), ese homo sapiens y antecesores se agotó en reyertas por el dominio reemplazando su individualismo a secas por la solidaridad social (con el prójimo)
Gran parte de la historia de la iglesia apostólica romana fue negar la teoría y más aún al Dios mismo que le proveyó de la posibilidad de crearse en comunidad: se llamó cristiano pero no llevó a Cristo adentro.
Peor aún lo aborreció en sus acciones y no sólo el cristianismo formal que se quedó en una interpretación temporal olvidando la obligación hacia el semejante ordenado en las Tablas de Moisés y en los diez Mandamientos cristianos.
Una lectura básica es que el mandato divino nos menciona la obligación de compartir cuando a lo largo de la historia y en la Palabra misma obliga a la persona a no apropiarse de los bienes que excede a la propia necesidad cuando al hermano le falta lo elemental para subsistir (Desarrollo de los Pueblos) y el valor del trabajo para proveerse de lo necesario y compartirlo.
El éxodo del pueblo judío de Egipto es un testimonio cuando Moisés ordena a la cada familia cazar un cordero por familia y si los miembros de una son pocos debe compartirla con otra de más miembros.
La multiplicación de peces y panes para calmar al hambriento es otras de las realidades que no habla muy a las claras del amar al prójimo como a ti mismo imponiéndolo de su propia realidad cual es sino de convertirse en sujeto de su propia historia y no tan sólo en predicado de una conjugación ineludiblemente siempre al servicio de unos pocos.
Cuando el Pobre de Asís construye junto a otros que rechazaban la guerra la parroquia allá donde nada había invitando a los que menos tienen a tomarla como propia dejando entrar a todos es otro testimonio. La Parábola de Lazaro y el rico que nos cuenta San Lucas y los demás Apóstoles nos lleva a la misma conclusión.
Tomando como válido estas argumentaciones, la pregunta fundamental es preguntarse por las razones que se ha hecho todo lo contrario.
¿Por qué el judeo-cristianismo ha aportado a lo contrario de la Palabra?
Dar una respuesta a esta pregunta en una sociedad sin valores, entonces, es una obligación y por seguro Diogenes de Laercio buscando al hombre con una antorcha es algo que debemos repetir hasta encontrarlo.