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Todos y cada uno de los barrios presentan claroscuros, zonas grises y demás. La Chacarita de los Colegiales no son una excepción.
En menos de algunas décadas pasó de una economía dedicada a las plantaciones a tener un mercado de concentración (Dorrego) para vender la cosecha. Al cabo de unos cuantos años se hizo realidad el puente Dr. Padro Bustos de Jorge Newbery y Crámer conectando hacia ambos lados la avenida Cabildo con otras que iban y volvían del mismísimo barrio de Paternal.
Quien suponga que se necesitaron siglos para estos cambios debemos decirle que no es así. No queremos abusar de la memoria, pero estimamos que en menos de cincuenta años, muchos menos, la fisonomía urbana cambió casi de cabo a rabo.
Desde los itálicos Bollini y Comastri hubo varios cambios al día de hoy; existió una villa diferenciada por su grado de urbanización entre si. Hubo muchos jóvenes que pagaron con su vida, jóvenes de menos de veinte años en tantos casos, que ya no están y que en alguna manera hasta se podría pensar -equivocada o certeramente- que fueron dejados a la buena de Dios por sus responsables políticos.
La misma zona donde hoy encontramos medios de comunicación, cuadras y más cuadras repletas de casas de comida, parrillas, modas, edificios, hasta hace década y media era totalmente lo opuesto.
La historia de la Chacarita de los Colegiales no nace y muere con las suertes entregadas por Juan de Garay. No comienza o termina en los años setenta.
En ciertos casos la historia de nuestros barrios fue cortada, parece, por una guillotina de imprenta. Un antes y un después de esos años setenta quedando un vacío tremendo que debe ser cubierto por el vecino mismo a la búsqueda de nuevas identidades barriales.
En este nuevo aniversario del barrio de Chacarita pretendimos en brevísimas líneas exponer una parte no menos importante de la historias de nuestra zona.
¿Estaremos equivocados? ¿Hemos acertado? Sinceramente no lo sabemos. Será el futuro quien de testimonio.
