En la semana de esta enfermedad neurodegenerativa, el Doctor Juan Esteban Ferrario, especialista en el tema, explica las bases de este padecimiento y da a conocer detalles de sus líneas de investigación en torno a Fyn: la clave que podría reducir los efectos secundarios de los tratamientos actuales.
La enfermedad de Parkinson es un trastorno degenerativo que impacta en el sistema nervioso central. Suele ser más frecuente en adultos mayores a 65 años, aunque también afecta a jóvenes. Se estima que en el mundo la padecen 6.2 millones de personas, por lo que se la considera la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente después del Alzheimer.
En 1997, La Organización Mundial de la Salud eligió el 11 de abril como el Día Mundial del Párkinson, fecha en que nació James Parkinson. Este reconocido neurólogo inglés, doscientos años atrás, describía “la parálisis agitante”.
“Las enfermedades neurodegenerativas son causadas por la muerte de neuronas. Este es un proceso continuo y progresivo, cuyas causas, en la mayoría de los casos, no son conocidas”, explica a la Agencia CTyS-UNLaM el Doctor Juan Esteban Ferrario, investigador Adjunto de CONICET en el Instituto de Investigaciones Farmacológicas , y que recientemente obtuvo un subsidio de la Fundación Michael Fox para desarrollar sus investigaciones.
“El cerebro se compone de distintas partes llamadas núcleos, formadas por neuronas que cumplen funciones diferentes. Según qué tipo de neuronas mueran, se harán notorias diferentes problemáticas. En el caso del Parkinson, muere un tipo de neuronas que produce dopamina y principalmente se evidencian problemas motores”, detalla el doctor.
Hasta la fecha, todos los tratamientos existentes son paliativos, por lo que no hay registro de ningún método de curación para enfermedades neurodegenerativas. El gran objetivo, ahora, es la detección anticipada.
“En el ideal tendría que haber una batería de test que sean marcadores tempranos de la enfermedad”, plantea Ferrario, resaltando que todavía no existen. El investigador aclara que, si bien hay características propias del Parkinson como, por ejemplo, la pérdida de la capacidad olfativa, estos son considerados factores secundarios y no determinantes.
Lentitud, temblores y rigidez muscular son los principales síntomas motores del paciente con Parkinson. Así, se afecta la capacidad que tienen las personas para desarrollar sus actividades cotidianas como por ejemplo escribir, llevarse una cuchara a la boca o cepillarse los dientes, en otras palabras, todos los movimientos finos regulados por el cerebro.
“A nivel social no hay grandes problemas, sobre todo al principio, porque, si bien aparecen signos de demencia, esto ocurre con la enfermedad muy avanzada. Generalmente con el medicamento, el paciente está bien durante un promedio poblacional de 5 a 10 años. Después cada paciente tiene una evolución propia de la enfermedad y distinta en cada caso”, resalta el investigador.
¿Las disquinesias pueden llegar a su Fyn ?
Hoy en día hay varios tratamientos, pero la levodopa es el preponderante. “La levodopa – define Ferrario – es el precursor de la dopamina, un neurotransmisor especialmente importante para la función motora del organismo y ausente en enfermos de parkinson”.
El uso de este medicamento es sumamente efectivo salvo por las disquinesias: movimientos anormales e involuntarios, que aparecen como efecto secundario al consumo de levodopa. Si se solucionaran las disquinesias, el tratamiento sería sumamente efectivo ya que, según indica el experto, hoy en día, “la gente no muere de Parkinson, sino que muere con esta enfermedad”.
En este proceso de estudio, que lleva más de 20 años, el grupo liderado por Juan Ferrario ha trabajado sobre un modelo animal con ratones a los que se les inducen características de la enfermedad de Parkinson para identificar mecanismos celulares implicados en las disquinesias. Así es que propusieron trabajar sobre una molécula intracelular llamada Fyn, una “llave” que podría ser la clave para reducir los efectos secundarios de los tratamientos actuales.
Las neuronas encienden y apagan proteínas mediante un mecanismo que se llama fosforilación. Cuando una proteína esta fosforilada cumple una función y, cuando no, opera totalmente distinto. Lo que hace Fyn es funcionar como un interruptor que enciende un receptor encargado de determinar la actividad de estas neuronas.
“Si bloqueamos, reducimos o eliminamos a Fyn, disminuimos la función de este receptor y, por ende, las disquinesias. En el caso de los ratones, que no tienen la proteína que estamos estudiando, las disquinesias son mucho menores y especulamos que es porque tienen reducida la función del receptor”, explica el investigador de CONICET.
Las investigaciones contra el Parkinson avanzan en todo el mundo y Argentina está tomando un papel importante. “El país tiene investigadores que trabajan competitivamente, lo que se ve reflejado en la calidad de publicaciones. Más de 30 años de desarrollo en ciencias básicas permiten pensar en desarrollos aplicables a humanos”, concluye Ferrario.
Magalí de Diego
Instituto de Medios de Comunicación