Las calesitas y los bares deberían integrar el Patrimonio Histórico de la Ciudad y nada más justo que el gobierno porteño, a través de la Legislatura, firmara una Ley que así lo estableciese.
Los clubes barriales otro tanto, las asociaciones de fomento, todas fueron concreciones de los vecinos, desde y con los vecinos.
Los hermanos Del Cuadro en la antigua Sociedad de Fomento General Belgrano propusieron a la Municipalidad de entonces la construcción de la escuela Marcos Sastre ubica en Virrey Loreto a mitad de cuadra entre Freire y Zapiola.
La célebre Beatriz Oquendo y el reconocido Carlos Milanesi junto a otros vecinos conformaron la Comisión de Homenaje a Enrique Banchs y en la cual sólo hemos dado la cobertura periodística aunque Beatriz me haga parte integrante de la mencionada Institución barrial.
El tema es diferenciar aquello que se hace para el barrio y otra es hacerlo junto y con el vecino.
En el portal www.buenosaires.gov.ar referido a las calesitas podemos leer:
“Luis Rodriguez nació en un conventillo del barrio porteño de San Cristóbal el 4 de noviembre de 1919. Fue hijo único de Juan Rodríguez y Asunción Barcia, dos españoles que como tantos inmigrantes llegaron a nuestro país en busca de un futuro mejor.
Casi desde su nacimiento su vida giró en torno de una calesita. Su padre compró, el 19 de marzo de 1920, una usada con dinero prestado. El ingenio mecánico fabricado por el tradicional taller de Cirilo Bourrel, Francisco Meric y De La Huerta, había funcionado hasta entonces en la localidad de Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires.
Por aquel entonces Don Juan había perdido su trabajo como guardia de tranvía y pensó que con este nuevo emprendimiento podría mantener a su familia. Así partió con su calesita ambulante, de barrio en barrio, de pueblo en pueblo”
Las calesitas porteñas como por ejemplo el club Argentinos Juniors fueron hechos donde los vecinos fueron protagonistas y por seguro Don Luis que amaba a los niños y a la familia llevaba diversión en cada lugar que llegaba: ¡Es que la sonrisa de un niño sacando la sortija o dando una vuelta tras otra es de las cosas que no se la puede pagar con cosas materiales!
Don Juan y Doña Asunción traían de su España natal muchos sueños, entre ellos prosperar y así lo hicieron. Tanto uno como la esposa son parte del acervo cultural de los porteños. Tanto como el hermosísimo barrio de La Boca con su tonada genovesa y chapas multicolores de los conventillos donde fueron a dar con sus huesos los primeros tiempos pero en el barrio de San Cristóbal, como se menciona más arriba.
“A los 15 años, Luis dejó la secundaria y se convirtió en socio de su papá. Don Juan murió en 1944, a raíz de una caída que experimentó cuando armaba su calesita en la esquina de Juan B. Justo y Fragueiro. Luis tomó la posta y siguió deambulando por los pueblos y por los barrios para ganarse el sustento.
En 1935, los caballos fueron reemplazados por un motor a nafta y, más adelante, por uno eléctrico. Sin embargo la calesita conservó su esencia, con los caballos de madera y un barquito originales. “Yo mismo hice los aviones, los autos y dos camellos”, cuenta Luis entusiasmado. Cada una de las figuras tiene inscripto su nombre en el cuerpo”
Pero si existiese un nombre que la definiese con absoluta veracidad, ése sería el de felicidad.
Nada más justo que esto.
Es esto lo que afirma Don Luis “(…)“la satisfacción de verles la cara cuando la atrapan es impagable. Además, es un invento nuestro que se usa en muy pocas partes del mundo”. Este premio infantil es una herencia gauchesca que consiste en embocar, al galope, un palo en una argolla colgada entre dos postes”
Don Luis finalmente en el Hospital Santojanni fallecio a los 93 años de edad el 28 de junio de 2013, hace pocos meses, pero se llevó el cariño de muchos vecinos que lo recordarán para siempre como el hombre noble y cariñoso para con los niños acompañando sus restos hacia el descanso final y merecido.
Nosotros, simplemente, quisiéramos que los días 28 de junio se convierta en el homenaje de quien se hizo desde abajo, sin ayuda seguramente, pero que es sinónimo de alegría y felicidad, a la que apostó porque en su corazón llevaba alma de niño, alma de hombre de bien.
Concluyendo queremos saludar a todos estos vecinos que han entregado todo desde si y que supieron transformar el yo en el nosotros.
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