El brutal testimonio de una esclava sexual porteña violada por su proxeneta: “No me dejaba salir, empecé a gritar…”
El fiscal Federico Delgado envió a juicio al peruano Fernando Sánchez Rivera por captar a una mujer de Virrey del Pino, obligarla a prostituirse en un hotel de Flores, atacarla sexualmente y amenazarla desde la cárcel. Las pericias y la cámara Gesell por dentro
Fernando Sánchez Rivera, elevado a juicio por trata de personas y violación.
Ya libre, V. -una inicial de fantasía empleada para proteger su identidad- declaró ante la Justicia, ante dos psicólogas, en el contexto de una cámara Gesell en el Cuerpo Médico Forense de la calle Lavalle. «Yo ya me quería ir y no me dejaba, fue cuando él abusó de mí y se fue y me dejó toda la noche encerrada. Me quería ir a mi casa por mi hijo, no me dejaba salir, empecé a gritar, subió el encargado del hotel y pedí que llamara a la policía. Ahí él me empezó a pegar, me agarró del cuello, me pegó patadas en la espalda, golpes de puño. Traté de escaparme como pude. Cuando sostuve la puerta con mis piernas, logré escapar», dijo. V. ante las especialistas. Por primera vez, le había dicho basta a su proxeneta. Su proxeneta no se lo tomó bien.
Ocurrió el 18 de marzo de este año, cerca del mediodía; los gritos se oían fuerte y claro desde la habitación 101 del hotel de pasajeros El Sol, ubicado sobre la calle Yerbal al 2800, zona de Flores. Fernando Christian Sánchez Rivera, de nacionalidad peruana, 49 años de edad, había llevado a V. al hotel la noche anterior para que se prostituyera con un cliente desconocido.
Rivera conocía bien el lugar: había llevado allí a la mujer oriunda de Virrey del Pino, durante al menos seis meses. V. había conocido a Rivera en un bar en octubre de 2016. En una charla de café, V. relató a las psicólogas cómo Rivera logró convencerla: de que conocía bien la atmósfera de la prostitución de Flores, que había trabajado como volantero en un prostíbulo privado y que era su hora de ascender, que le podía hacer ganar buen dinero.
V., madre de un hijo, sin empleo, virtualmente sin familia ni contención, aceptó. «No tenía plata para comer», le aseguró a las psicólogas. Primero fue en un hotel de la esquina de Aranguren y Artigas, el Casa Blanca, hoy clausurado. El hotel de Yerbal, en donde Rivera rentaba piezas por turnos de un día, se volvió el punto fijo poco después. El acuerdo entre V. y su proxeneta se volvió agrio rápidamente. «Me dice que iba a ganar plata, para que de a poco progrese, que él me iba a guardar la plata. Y bueno, después me empezó a encerrar y a traer gente», afirmó la víctima.
Para empezar, V. jamás tocaba el dinero que generaba teniendo sexo con extraños a 800 pesos la hora: Rivero la monitoreaba desde la pieza contigua o desde la vereda cuando atraía clientes en la calle, para luego cobrar y darle a V. unos pocos pesos cuando le daba la gana. V. era forzada a trabajar en el hotel de lunes a sábado, una mayor presencia policial en la zona llevó a reducir las jornadas a solo tres por semana. Decirle a sus clientes que estaba cansada o menstruando era un problema: Rivera, de acuerdo al relato de la víctima, volvía poco después para insultarla, amedrentarla y ponerla a trabajar. Si se negaba, entonces le tocaba una golpiza. No podía darle su teléfono particular a los clientes, otra transgresión al código del cafisho.
Cartel en la entrada del hotel de pasajeros El Sol, calle Yerbal.
En la noche del 17 de marzo, en la habitación 101 del hotel El Sol, V. tuvo el coraje de decirle a su proxeneta que ya no trabajaría más para él, que ya no sería su virtual esclava. Rivera la encerró en la habitación, para obligarla a tener sexo con un cliente desconocido. Luego, pasó Rivera mismo: la golpeó en la cara y la violó.
- logró escapar a la mañana siguiente; personal de la Comisaría Nº38 la encontró forcejeando con Rivera sobre la vereda en la calle Yerbal. Fue trasladada al hospital Piñero en una ambulancia del SAME. Allí, le relató su calvario a la Policía de la Ciudad, de cómo Rivera la captó, de cómo la obligaba a prostituirse y quedarse con su dinero bajo golpes y amenazas. Un médico legista que la revisó encontró escoriaciones en su cara y en sus manos, marcas compatibles con un ahorcamiento en su cuello.
En el Piñero fue revisada por una ginecóloga que le aplicó el protocolo de medicación para VIH y enfermedades de transmisión sexual ante el relato de la violación: V. aseguró que Rivera no había usado preservativo al atacarla, que su proxeneta se drogaba, que temía por un posible contagio.
La investigación del caso quedó a cargo de la Fiscalía Federal Nº6 del doctor Federico Delgado y su equipo, bajo la firma del juez Rodolfo Canicoba Corral. Hoy, más de seis meses después, Delgado cerró la investigación contra Rivera y pidió al juez que el peruano sea enviado a juicio oral. Los delitos que el fiscal le imputa: trata de personas y violación.
Fernando Sánchez Rivera.
Las declaraciones de los especialistas que atendieron y socorrieron a V. fueron uno de los pilares de la imputación. El médico del SAME constató las escoriaciones en cuello y cara y afirmó ante el fiscal haber visto «a una persona quebrada en su espíritu, sometida, sumisa, indefensa, asustada, una paciente que sin decirte nada pedía auxilio».
La ginecóloga que la inspeccionó en el Piñero aseguró que «no observó lesiones genitales agudas». Sin embargo, ante la repregunta de la fiscalía, la especialista apuntó un dato sorprendente: «casi ninguna» de las víctimas de violación que ella atiende en la guardia del hospital de Flores presentaron heridas sexuales. El informe del Programa de Rescate incorporado a la causa aseguró que las condiciones en las que se habría hallado V. bajo el regenteo de Sánchez Rivera eran de «extrema violencia física y emocional, con amenazas, humillaciones y violencia sexual».
Las psicólogas del Cuerpo Médico Forense se expresaron en líneas similares. «Angustia», «vergüenza» y «culpa», fueron términos empleados. Se incautó la sábana de la cama en el allanamiento a la habitación 101 del hotel El Sol: se encontró ADN de dos hombres y una mujer.
- estaba libre, pero no liberada: el poder que Rivera tenía sobre su víctima fue mucho más allá del 18 de marzo. El fiscal Delgado constató que el peruano contactó a V. desde la cárcel, primero en la alcaidía de Comodoro Py y luego desde el penal de Ezeiza, que Rivera le echaba la culpa de que estuviera preso, que le pidió que retire la denuncia en su contra -un punto erróneo, ya que V. no había denunciado a Rivera formalmente-, que estaba solo, que lo ayude. Información del Servicio Penitenciario Federal reveló que V. se presentó en la Unidad 28 para llevarle ropa y cigarrillos. Rivera, una y otra vez, le aseguraba a su víctima que no tenía a nadie más en este mundo.
- volvió a declarar ante la Justicia el 18 de abril. Sus palabras cambiaron totalmente. Relativizó las acusaciones, negó haber sido prostituida por Rivera, aseguró que era empleada en una casa de familia, que el peruano era kioskero en Villa Luro. Afirmó que Rivera logró que lo fuera a visitar a la cárcel de Ezeiza, que allí pudo preguntarle por qué hizo lo que hizo, el peruano le respondió «que se sentía mal, que era diabético», según su relato.
Le pidió, nuevamente, que retire la denuncia. «Sí, y bueno, yo le dije que bueno, que yo iba a venir a hablar porque yo no tengo ninguna denuncia hecha», dijo V. ante los funcionarios judiciales. El 4 de mayo, Rivera fue excarcelado: el cambio en el testimonio de la víctima llevó a que se le declare la falta de mérito.
21 días después, V. denunció finalmente a su presunto proxeneta: aseguró que Rivera se presentó en su casa para convencerla de volver al hotel de Flores, que «podrían tener una mejor vida los dos», asevera el informe remitido a Delgado por la Ayudantía Fiscal de Delitos Conexos a la Trata de La Matanza. El 11 de junio fue todavía peor. Rivera habría llegado a la casa de V. para repetir su reclamo con un cuchillo. V. se negó a volver a Flores. Rivera, según la denuncia formulada, la golpeó, puñetazos y patadas.
El 16 de junio, el personal policial de Virrey del Pino encontró a Rivera cerca de una comisaría local: estaba persiguiendo a V., que había ido a radicar una nueva denuncia contra él. V. no sería su primera víctima: Rivera tiene una orden de restricción pedida a la Justicia civil por su ex mujer, la madre de sus hijos.
La cadena de responsabilidades de lo que pasó en Flores no se agota en el presunto proxeneta peruano. El fiscal Delgado pidió a Canicoba Corral que se extraigan testimonios para formar una nueva causa. La sospecha recae sobre los encargados del hotel mismo
Fuente:
Federico Fahsbender 26 de septiembre de 2017
ffahsbender@infobae.com