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Buenos Aires y barrios Porteños. Cultura, historias y figuras.

Historias de la ciudad.

Palabras introductorias.

A Colón cupo la gloria de descubrir estas partes del mundo en 1492.

Descubiertas las márgenes del Río de la Plata por Solís, en 1515 (1), las repetidas expediciones enviadas por España, lograron someter los territorios comprendidos entre Brasil y la Cordillera de los Andes, fundando a fines del siglo XVI dos grandes Gobiernos independientes del Perú, hasta la creación en 1776 del Virreinato del Río de la Plata.

Los Virreyes de España gobernaron por tres siglos los más vastos y ricos territorios, hasta que, habiéndose declarado independientes las colonias inglesas en 1783, siguieron su ejemplo las de España en 1810, logrando todas su autonomía, excepto las islas de Cuba y Puerto Rico.

Imágenes de espacios de la ciudad.

Recuerdos de los cambios porteños.

Buenos Aires desde setenta años atrás (1810-1880), José A. Wilde.

 

El que después de muchos años de ausencia se encontrase repentinamente en las calles de esta ciudad de la Santísima Trinidad de Buenos Aires, quedaría, sin duda, admirado de los cambios y transformaciones que en ella se habían operado en el transcurso, por ejemplo, de 50 años (1880), aun cuando su afirmación se modificase un tanto ante la sencilla reflexión de que el fenómeno que observaba era el efecto natural y lógico de la marcha del tiempo y de los progresos que la civilización paso a paso imprime a los pueblos. Idearios de progreso de la época, en un contexto de riqueza natural, producto de tierras ricas e “ilimitadas”.

Sin embargo, llevado de su primera impresión, oiría el bullicio en nuestras calles, se asombraría de ver los grupos de vascos, italianos y gallegos que reemplazan en el día a nuestros antiguos negros changadores; observaría el ir y venir de tranways, de carruajes, y se abismaría de los diversos medios de transporte de que hoy disponemos; contemplaría absorto los regios edificios particulares, los suntuosos palacios y la magnificencia y austera belleza del inmenso número de nuestros edificios públicos.

Pero mayor sorpresa experimentaría cuando, llamado en su auxilio sus recuerdos, contemplase tal cual los dejó en aquella ya remota época, en diversos puntos de la hoy vasta ciudad, y cual si protestasen contra la transformación completa que se pretendía operar, por ejemplo, la casa de la virreina vieja, en la calle Perú, convertida en Monte-Pio; el edificio entonces denominado el Consulado (Tribunal de comercio) en la misma calle, la calle Del Sar, calle San Martín; la casa de Belgrano, donde en el día se encuentra la Comisaria General de Guerra, que fue construida en 1778, y tantos otros edificios diseminados por la ciudad, que conservan la fisonomía especial de las construcciones de aquella época, con sus espaciosas piezas, sus grandes patios 1º, 2º y 3º, sus huertas, edificadas en terreno 17 ½ varas de frente y fondo completo de 75 varas; evocando siempre esos mismos recuerdos, se encontrase repentinamente en una calle central, en medio de soberbios edificios, tal vez de tres o cuatro altos, con antiquísimo cuarto o casucho amenazando ruina y que conoció con el mismo aspecto derruido, allá por los años 1815-1816, o aún antes; y por fin, los mismos altos y bajos en algunas de sus veredas, la misma mezquina y ruin estrechez de sus calles, con que los fundadores de esta magnífica ciudad contribuyeron, sin pensarlo, a su futura insalubridad.

Constituía la ciudad un vasto paralelogramo, dividido en cuadras, cada una de 150 varas. Nuestras calles permanecieron por muchos años sin empedrado. Para aproximarnos al origen de éste, penetremos por un momento a la época colonial.

Acusase a los españoles, creemos que con mucha razón, de haber mantenido por ignorancia, o por una economía mal entendida, las calle de un pueblo de tanta importancia comercial, en tal pésimo estado, que algunas eran completamente intransitables, sin embargo de tener tan a menudo el mejor material, la piedra, y los medios de conducirla a poca costa.

 

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