“(APL) Transitaba diciembre de 1847 cuando sobre la ciudad de Buenos Aires se echó a correr como reguero de pólvora la noticia sobre la escandalosa huida de los enamorados Camila O’ Gorman y el sacerdote Ladislao Gutiérrez. Ella, integrante de una familia patricia, educada, inquieta, dueña de una gran personalidad solía cautivar con sus encantos en las tradicionales fiestas de la aristocracia de Buenos Aires”, inicia su suelto periodístico la Agencia para la Libertad, refiriéndose a un hecho que escandalizó a la época y que, aunque cueste creerlo, precisamente la doctrina que del amor hace su fundamento, exigió el fusilamiento del amor –valga la redundancia.
No había pasado lo mismo, ni los patricios de “la sociedad” se habían escandalizado tanto cuando la Perichona, abuela de Camila, andaba de amoríos con el Virrey Liniers y mucho cuando las mujeres se miraban cómplices de aquella soldadezca en la primera invasión Inglesa.
Eran rubios, de ojos claros, y Mariquita Sánchez de Thompson junto a otras damas no podían perder tamaño espectáculo desparramando suspiros por los ventanales de aquellas viejas casonas de la época.
Rosario Fernández autora de la nota donde narra pormenorizadamente aquellos hechos nos dice: “Su amor nació y se consolidó en la actual Iglesia del Socorro ubicada en la intersección de las calles Juncal y Suipacha. Camila y Ladislao no dudaron en dar rienda suelta a su pasión y el 12 de diciembre de 1947 huyeron a caballo a Corrientes.”
Un 18 de agosto de 1848, aquella sociedad conservadora que aún poseía esclavos pese a la Asamblea del año XIII y pese a que muchos afroargentinos integraron los batallones, en primera fila en la guerra de la Independencia, dejaría en claro que nada podría hacerse sin su consentimiento.
Dispuesta a hacer valer sus criterios, tuteló la vida y la muerte, la moral y las buenas costumbres, de aquellos hombres y mujeres, donde ir a misa era una obligación tanto como confesar sus pecados.
No había sucedido lo mismo con la “Perichona”, quien aún guardaba las cartas de amor que le escribiera el fusilado Virrey Liniers y que fuera confinada en la estancia de un acaudalado hijo, para no ser enviada a la cárcel.
“Camila y Ladislao no dudaron en dar rienda suelta a su pasión y el 12 de diciembre de 1847 huyeron a caballo a Corrientes. La provincia era gobernada por opositores al régimen rosista. La idea era llegar a Río de Janeiro pero el dinero nos les alcanzó y se instalaron en Goya. Ya allí con nombres falsos de Máximo Brandier y Valentina San, abrieron una escuela, la primera en el pueblo, para poder subsistir y, a la vez, jugaron un importante rol social”
Allá en Corrientes, confinados en Corrientes, cuando el amor no fue lo más fuerte, un obispo de la época, dijo: “las mujeres eran un instrumento del demonio” y el cuerpo, “la cárcel del alma”
¡Tamaña barrabasada sólo puede comprenderse en la sociedad machista de entonces donde Camila no tuvo la suerte de la “Perichona” y que pagó muy caro los pleitos y las desavenencias de unitarios y federales fogoneados precisamente porque uno de los enamorados era sacerdote y por tal “estaba casado de por vida” con la Iglesia!
Aún hoy el celibato es una Institución sagrada que sólo se atrevió a romper el Obispo Jerónimo Podestá, haciendo historia no menor en la “moral y las buenas costumbres” de antiguos tiempos y los por venir cuando se discute cada vez más su validez.
Ladislao Gutiérrez y Camila dieron rienda suelta a la atracción que sentian uno por el otro, huyendo a caballo en Corrientes.
“La idea era llegar a Río de Janeiro pero el dinero nos les alcanzó y se instalaron en Goya. Ya allí con nombres falsos de Máximo Brandier y Valentina San, abrieron una escuela, la primera en el pueblo, para poder subsistir y, a la vez, jugaron un importante rol social. Pero la tranquilidad duro poco, en agosto del año 1848 su paradero fue descubierto, y el sacerdote irlandés Michael Gannon los delató” dice Rosario Fernández.
Todo iba bien hasta que fueron descubiertos por otro sacerdote y allí comenzó el calvario de ambos.
Los unitarios con Sarmiento a la cabeza utilizaron el hecho para criticar la “inmoralidad” de un régimen al que acusaban además de dictatorial y tirano. Por otro lado, los partidarios del “restaurador” sostenían que esta fuga había ridiculizado su poder por lo tanto debía proporcionar a la joven pareja un escarmiento ejemplar.
Víctimas de una sociedad donde se tutelaba hasta al pensamiento, nuevamente el amor estuvo condenado y por que no, Ladislao y Camila fueron crucificados.
Nada importó sólo los tabúes de una época, donde a los señores de la sociedad eran bañados por manos esclavas, donde el agua utilizada para cocinar se mezclaba con la basura de los aljibes.
Tampoco nada importó las solicitudes de la hija del Restaurador y mucho menos que Camila ya atravesaba los últimos tiempos de gestación.
Ambos murieron fusilados… el bebé fruto del amor prohibido también.
Fuente de información: www.agenciaparalalibertad.org
imagen: youtube.