Si bien compartimos la propuesta de abrir sucursales del mercado central en los barrios, tal la idea de Don Alberto Samid su vicepresidente, porque significa abaratar los costos de la canasta familiar aunque conlleve el perjuicio de los comerciantes pequeños (a los que habría que contemplar y buscar solución), el peligro de las desiciones inconsultas en este caso, es la ubicación de los mismos. Lo que es decir, ¿dónde funcionarán?
Recientemente se lo quería hacer funcionar en Crámer entre Olleros y Amenabar pero al no existir autorización por parte del Gobierno porteño quedó clausurada la obra en este punto, según nos transmitieron fuentes confiables del gobierno de la ciudad.
A nuestro juicio la mencionada clausura fue correcta porque en principio sería una solución ideal para abrir un paso peatonal alternativo que ya funciona en la estación Colegiales y segundo, más allá de ideologías perimidas un mercado atrae mano de obra no especializada conformando asentamientos o villas como sucediera con el ex mercado Dorrego en su tiempo. Para colmo tanto el gobierno capitalino cuanto el nacional -más allá de bonitas declaraciones- no urbanizarán estas viviendas de trabajadores como debería ser si realmente se pensara en redistribuir la riqueza.
Un tercer factor es el que venimos alegando en forma permanente cuales el de utilizar las nueve hectareas de la playa de maniobras para un emprendimiento urbano centrado en quienes no califican por la voracidad bancaria pero tienen también derecho a una vivienda digna (habiten donde sea en la actualidad).
Emprendimiento urbano en esas nueve hectáreas donde por sus dimensiones se podría construir una escuela, utilizar una parte para espacios verdes y otras obras a concesuarse también con el vecino y sus entidades.
En otro orden de cosas ya funciona a metros de la avenidas Federico Lacroze y Forest, al lado de la Mutual «El Sentimiento», un amplio jalpón donde también está en condiciones de instalar la sucursal del Mercado Central, tal la auspiciosa propuesta de Don Alberto Samid, el Rey de la Carne.
Construir la sucursal en este lugar haría que quien así lo desee y que esté habitando el playón de Fraga pueda acceder a un trabajo en blanco y no meras changas que en última instancia significan pan para hoy y hambre para mañana.
Estamos convencidos que una feliz idea puede convertirse en su opuesto de no lograr consensos.
Según algunas voces periodísticas el lugar podría ser el bajo puente de Crámer y Jorge Newbery, quizás mediante el logro de acuerdos, consensos y convenios diversos si es que la idea es que hacer funcionar una sucursal por barrio o por comuna.
De todos modos, tengamos presente que la Ciudad de Buenos Aires se ha ampliado en términos urbanos en demasía y aquello que antes se decidía desde el microcentro ya resulta irracional permanecer decidiendo en niveles superiores lo que se puede decidir en niveles inferiores (desde los barrios).
El tema debe ser instalado y debatido por todos los actores. Esperemos que sea así y que no volvamos a sufrir los vecinos las consecuencias de antaño cuando unos pocos decidían qué nos convenía a todos.
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