Martín Miguel Juan de Mata Güemes Montero de Goyechea y la Corte, nació en Salta, el 8 de febrero de 1785. Hijo de Gabriel de Güemes Montero y de María Magdalena de Goyechea y La Corte.
En 1799 ingresa como cadete en el 3º Batallón del Regimiento de Infantería «Fijo» de Buenos Aires en Salta. Su tiempo era dedicado al servicio en la milicia y el empleo en el despacho oficial de su padre (Tesorero de la Real Hacienda).
Formado por los jesuitas en el Colegio de San Carlos. Trasladado en 1805, ya en Buenos Aires recibe el grado de Teniente de Milicias, perteneciendo como cadete del Regimiento «Fijo».
No era un simple cadete, se había ganado fieramente esos galones durante las invasiones inglesas.
En 1812 regresó a Buenos Aires, y conoció al General San Martín que regresaba de Inglaterra. La amistad y la fidelidad estaba sellada. Y el éxito de la campaña del General San Martín en la Independencia de los pueblos y Provincias Unidas del Río de la Plata.
Sobremonte, sabiendo que en el Regimiento sólo habían veteranos y un cadete) eximió a los mismos de ayudar a Charcas asediada por los indios, sin conocer que las acciones de los veteranos y su jefe era el de combatir a los realistas. Exigió el regreso de Güemes para ser instruído correctamente de acuerdo a su clase. La comandancia que ejercía en el destacamento era la de un avezado militar, a pesar de su juventud. Regresó a Buenos Aires en diciembre de 1805. Instructor de 4 aspirantes a músicos. Bajo el mando del Coronel Juan Antonio Olondriz.
El 11 de Agosto regresa de la posta de La Candelaria, participando en la comitiva del Virrey Sobremonte. Al galope de 70 leguas pudo estar en Buenos Aires el día 12 de agosto y así participar en la Reconquista de Buenos Aires.
Un evento fortuito hace posible su hazaña de joven oficial. La bajante del Río de La Plata era tal, que la goleta «Justine», equipado con 26 cañones que fustigaba la defensa del pueblo de Buenos Aires. Llama desde ya, la atención de decir «buque mercante» a un navío equipado con tantos cañones. Y allí el ingenio de Güemes y su bravura… que con pocos hombres armados, con bolas, fusil y lanza y lanzando voces de degüello lo abordaron y redujeron. Ante el asombro del capitán Guillespie, que puso bandera blanca.
No contaban con el singular giro que daría la historia… llevados de a uno al Cabildo, los prisioneros no daban crédito a sus ojos y el colmo: el criollo capitán tenía 21 años.