¿Te acordás hermano el día que llegaste a casa cuando mi madre te levantó de la calle? Adoptaste como primer descanso un sillón que por esos momentos era como un colchón para vos pués tenías tan sólo 14 días.
Quizás una estrellita o algún duende que nunca faltan, puede ser un arcangel, ¿por que no?, me informó que un amigo íntimo, digamos mi mejor amigo, estaba por llegar y ser mi compañero de viaje por los próximos 14 años. También me dijo que íbamos a ser uno para el otro.
Recuerdo que llegaba por las tardes y lo primero que hacía era mirarte a esas cejas amarillentas que hacían juego con tu pelaje negro y que en cada movimiento se movían al compás parecido a una orquesta. Desde ya trajiste la alegría a la casa.
Te puse «Juli» pero con el tiempo vos elegiste otros nombres: Yahoo; Pata de pollo; oreja de moño, claro esta por lo grandes. El nombre lo elegiste vos: porque cuando así te llamábamos movías la cosa como un barrilete.
En verano, te llamaba Frasadín porque apoyabas tu espalda a la mía.
En una ocasión, váyase a saber cómo lo hiciste, subiste una escalera de madera, un piso, eras chiquito todavía. Estaba acostado, te vi llegar y no pude menos que darte entrada al colchón y desde ese momento, dormimos juntos. Vos lo elegiste y yo encantado que mi mejor amigo me acompañara todas las noches.
Eras chiquito todavía aunque ibas creciendo de a poco.
Recuerdo que ante una travesura, como romperme el colcón con tus uñas, y te regañaba te ibas al sillón y hasta que no te iba a buscar, aunque te llamara, no venías. ¡Te ofendías!
Cuando falleció mi madre y como tenía la costumbre de tirarme en el piso por mis problemas de columna, vos siempre a mi lado, te acostabas también y por primera vez apoyaste tu cabecita en mi pecho como diciéndome «estoy con vos». Y si yo iba a la cocina, vos detrás mío. Si iba al balcón, igual.
Fuimos uno para el otro inseparables. Mi mejor amigo, inseparable, entregándome toda tu alegría y lealtad.
Durante estos catorce años, estos dichosos catorce años que nunca olvidaré, éramos uno la sombra del otro. Me opuse de entrada a darte alimento balanceado y vos moviendo la cola, feliz y contento, esperabas el platazo que te estaba preparando: carne asada por lo general y en ocasiones pollo. También compartimos una caja de ravioles que te la comiste como si fuese un manjar.
Desde ya, lo que comía yo, comías vos.
Hoy estás a punto de partir para el sueño eterno y no puedo decirte otra cosa que mucha gracias por toda la alegría, la felicidad y compañía que me diste. Fuimos uno para el otro. Vos fuiste yo, yo fui vos.
Así de simple. Éramos uno.
No es una despedida porque vos te vas primero con la promesa que preparás la estrellita para que cuando llegue mi hora podamos seguir el derrotero juntos como en estos catorce años.
Más que una despedida quiero que ésta, mi carta abierta a mi mejor amigo que va a preparar el lugar para no separarnos jamás, sea de agradecimiento a tu lealtad, a tu amistad, a tu fidelidad. A esa forma que tienen ustedes, los mejores amigos, de ser inseparables.
¡Hasta entonces, mi MEJOR AMIGO, esperame!, que ya llego. Preparame el colchón y no lo rompas como rompiste varios.
En ese entonces, como hasta ahora, seremos inseparables.
Sólo falta decirte gracias con el corazón.