Se celebra los 19 de septiembre en conmemoración a un grande: Por Don Tránsito Cocomarola, el «el Taita del Chamamé» y su partida el 19 de septiembre de 1974.
Las zonas del litoral mantienen la tradición llegada de los «gringos» italianos, alemanes o polacos, que llegaban con sus instrumentos, uno de ellos el acordeón a piano.
Allí en El Albardón, Paraje de San Cosme. Nació nuestro querido Cocomarola, hijo de Felipe y Vicenta Aquino. El niño que fue, traía urgencias de música y creación: a los 8 años, ya abría sus compases en una acordeona de dos hileras. Y así se formó este hombre, entre paisajes agrestes y tierra colorada, donde su imaginación desvelaba los nuevos acordes que nacían de su magia litoraleña. Paisaje, agua, naturaleza, carácter y su potencia musical, que infundía encendidos sapucais entre el paisanaje, que pedía bises cada vez que en ronda amiga él se presentaba. Así cada sonido del paisaje se aquerenciaba en sus notas, inconfundibles.
Sus composiciones llevaron a otras tierras la música «del litoral» como se le llama, podemos agregar a esto, que la música es MUSICA en todos los idiomas mientras conserve los cánones que lo caracterizan, y bienvenido el mixturaje que gace a la creación de obras imposibles de olvidar.
A Don Tránsito le toca el orgullo de pasear por el mundo su «kilómetro 11», por ejemplo.
Escuchado al pasar por uno de los tantos puentes de Praga, venía una respuesta: «ni que Don Tránsito…» Pura verdad.
Exitoso, afable, tranquilo de modos, nos legó un cancionero tan diverso y fértil como: Puente Pexoa, El Zaino, Virgencita de Itatí, Amor Supremo, Las Tres Marías y Mírame son muestras de un repertorio tan versátil como el paisaje litoraleño, de quien es hijo predilecto siempre. Al músico le acompañan acordeón, bandoneón, y el punteo inconfundible de la guitarra criolla parte sustancial del sonido y ritmo que lo definen, es el chamamé, no cualquier música.
Del guaraní decanta, del «che aimé, amamé» al «cualquier cosa», quien tiene la verdad, y sus influencias afro y españolas aportan la riqueza del sonido profundo y místico que entraña, los lugares… los recuerdos, los encuentros y adioses, los pájaros y el río, siempre el río… y el hombre que asume su identidad, de eso se trata, creemos.
El hombre del chamamé. Sólo en SADAIC registró más de 200 piezas musicales. El hombre no está solo. Sus cultores son muchos y de tradición exquisita, Tarragó Ross padre e hijo, Antonio, Isaco Abidbol, Cambá Castillo, Dalmacio Esquivel, Ramón Ayala, y tantos otros que engrosan la lista de músicos del chamamé.
Tan importantes e imprescindibles, los cantores del género: Doña Ramona Galarza, Ramón Ayala «El Cachapecero», María Elena, María Ofelia… Teresa Parodi, la voz y la poesía que no calla, la ternura de una mujer que expresa en lo visceral los costados no siempre dichos del mundo y lugar donde nos arraigamos.
El «Chango» Spasiuk es un músico de la tierra colorada, pura esencia misionera abierto a los tiempos, pasión y poesía lo dimensionan, actual, antiguo, raíz que no se confunde. Su obra es un compendio de sentimientos, y herencias culturales en el hoy que lo distingue como figura excepcional siempre en búsqueda del encuentro de culturas, lo vemos claro cuando se reunió con un indispensable, Don Ricardo Vilca.
Raúl Barboza, otro poeta del hacer chamamecero y su vida dedicada a la música y búsqueda del sonido primal, si lo hay, del oído puesto en la naturaleza y el hombre.
Hay mucho más para decir y expresar, lo dejamos para nuestra próxima entrega.