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EL HOMBRE QUE VIAJABA EN SUBTE…

Allí donde pasan sus minutos quienes se ganan el cielo en cada segundo de sus vidas, Pancho o Jorge Bergoglio o el Papa Francisco es un predicador de un humanismo -por ende cristianismo- que no se agota en ir a comer una hostia los domingos. Es un predicador de una filosofía que, además, toma al hombre como sujeto de su historia jamás en predicado de especulaciones varias.

EL PAPA DE LOS VILLEROSNo fue casualidad que cuando fue elegido Papa por sus iguales eligió el nombre del Pobre de Asís. Por supuesto que no. Y más que desgastarse en declaraciones que jamás pondría en práctica, fue el primero en lavar los pies de los minusválidos, en besar esos pies tan cansados como están los marginados y sus derechos que no son otros que los del Lázaro de la Parábola de San Lucas.

EL HOMBRE QUE VIAJABA EN SUBTE, no pocas veces, siempre, como el Pobre de Asís se hizo carne de la premisa de los Padres de la Iglesia que cuestionaban el uso exclusivo de los bienes heredaros.

Pensamientos aparte, Jorge Bergoglio no era de San Lorenzo por el religioso que fundó el club. El Padre Lorenzo y también Francisco I llevan y llevaron ese olorcito a Barrio en su corazón en tiempos que los clubes representaban a la zona donde estaban enclavados. En aquellos tiempos de los partidos de barrio contra barrio, que después se convirtieron en los grandes clásicos.

Tal vez podamos comprender y entender en su justo término a Jorge Bergoglio cuando vemos la película «El Hincha» protagonizada por Discépolo, un grande la historia nacional. Es que los colores de la camiseta y los partidos del domingo por la tarde eran parte de la tradición popular.

EL HOMBRE QUE VIAJABA EN SUBTE sentía el amor cristiano, la filosofía cristiana, siendo él mismo y el semejante una sola expresión.

Nada más que por eso, porque es, fue y será Pueblo, por seguro sufriente, que iba a las villas para compartir un asado de con quienes siempre son discriminados y vilipendiados. Allí se sentía a sus anchas. Se sentía Jorge Bergoglio y no el cardenal que pasaba horas sintiéndose feliz con sus hermanos junto a Padre Pepe Di Paola, un cura villero, como se sentía el mismísimo hoy Papa Francisco.

Nadie con más autoridad que él para titular al mundo financiero como el demonio de estos tiempos.

Pero si los hechos no tienen un correlato con la práctica se convierten en anécdotas, Francisco I pudiendo vivir en los lujos del Vaticano prefirió la residencia de Santa Marta.

Tal vez recordando al Apostol Santiago cuando expresó «LA LEY SIN OBRAS ES LETRA MUERTA» o cuando también dijo el Apóstol «DIME QUE OBRA HAS HECHO HOY Y TE DIRE CUANTA FE TIENES…»

 

 

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