Recordar no es solo un ejercicio de nostalgia, sino un acto de resistencia frente a la manipulación de la verdad. La memoria nos conecta con nuestra identidad y nos obliga a enfrentar la realidad de nuestra historia. Ignorar o distorsionar nuestra historia, solo sirve para perpetuar la injusticia y la impunidad.
Abrazar nuestra historia no implica aferrarse al pasado de manera dolorosa, sino aprender de ella para construir un futuro más justo y humano. La memoria nos enseña lecciones cruciales sobre la fragilidad de los derechos humanos y la necesidad de preservar la democracia. Es un faro que ilumina el camino hacia una sociedad más tolerante, inclusiva y comprometida con la verdad.
Mirar hacia el futuro con esperanza no significa ignorar las cicatrices del pasado, sino sanarlas colectivamente. La construcción de un futuro mejor requiere reconciliación, justicia y el firme compromiso de no repetir los errores cometidos. La memoria no solo es un recordatorio de la crueldad humana, sino también un llamado a la responsabilidad y la empatía.
El pasado reciente de Argentina está marcado por uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia: la dictadura cívico militar, que dejó cicatrices imborrables en la sociedad. Los crímenes de lesa humanidad, los centros clandestinos de detención y los 30,000 desaparecidos son heridas profundas que aún hoy laten en el corazón de nuestra memoria colectiva. Ignorar o tergiversar estos hechos no solo es irresponsable, sino que también constituye un riesgo para la construcción de una sociedad justa y democrática.
En este contexto, la sociedad tiene la responsabilidad de resistir las narrativas que buscan distorsionar la verdad histórica. La verdad es la base sobre la cual construimos nuestra identidad como nación. Debemos rechazar cualquier intento de glorificar a aquellos que participaron en crímenes de lesa humanidad y defender los principios fundamentales que sustentan una sociedad justa y democrática.
Recordar nuestra historia no es simplemente un ejercicio intelectual, sino un acto de justicia y humanidad. La memoria nos une como sociedad y nos proporciona la claridad necesaria para enfrentar los desafíos del presente y del futuro. Al abrazar nuestra historia con honestidad y valentía, construimos un camino hacia un mañana más luminoso, donde la justicia y la verdad prevalezcan sobre la impunidad y la oscuridad del pasado.