De pronto, la historia golpeó la puerta de nuestra casa y sin pedir permiso se instaló en nuestro patio: ¡no era para menos! Había fallecido, ni más ni menos, uno de los referentes del Siglo XX y no de poca envergadura si a la altura de aquellos grandes que quedarán en la historia grande del devenir del paso de la especie sobre el planeta.
¡Falleció el Compañero Hugo Chavez!
La historia golpeó la puerta de nuestra casa y se instaló en nuestro patio, insistimos. Traía con ella a los imberbes, a los descerebrados, que pintaron alguna vez la consigna ¡Viva el Cáncer! cuando Eva Perón la esposa de otro de los grandes referentes, el General Perón, pasaba a la inmortalidad no sin antes trabajar por la dignidad de los chicos pobres que no tienen pan e incluso de los chicos ricos que están tristes porque la construcción de una sociedad para todos -no para unos pocos- involucra a la sociedad en su totalidad.
Fue Hugo Chavez el Abanderado de los humildes. O Evita, Hugo Chavez en su versión femenina. Uno como otro, su nombre será levantado y llevado hasta la victoria cuando los pueblos del mundo decidan escribir su propia historia sin tutelajes de ninguna naturaleza.
El timbre no paraba de sonar y aquellos grandes entre los grandes no paraban de llegar. Vino el Papa bueno, Juan XXIII, con sus ideas innovadoras para un cristianismo comprometido y no haciendo negocios con la cruz. Llegó Michael Gorbachov dejándonos la misiva que decía que no se había equivocado cuando en una jugada de alto ajedrez les hizo creer a los dinosaurios que se retiraba pero no se retiró nada: «Si no conforman una sociedad que involucre a todos, les dijo a los dinosaurios, el mismo peso de la historia los aplastará» ¿Qué estamos viviendo o sufriendo hoy sino el derrumbe del neoliberalismo sin respuestas, sin ideas nuevas y atado a la alegoría de las cavernas?
De pronto, quienes pudieron vivenciar aquella expresión «Donde hay una necesidad nace un derecho», llorando al Compañero Hugo Chavez pero firmes en su convicción de «Ni un paso atrás!» inundaron las calles de la República Bolivariana obligando a nuevos días de un velatorio porque no querían quedarse sin hacerlo.
¡Es que había dejado esta tierra de mortales quien aún luego de este hecho sigue sufriendo los ataques de los mismos descerebrados de siempre! Y nótese su importancia de quien como dijo Lula, era ochenta por ciento corazón y veinte por ciento razón, como los grandes hombres de la historia, posibilitó el acceso a la salud, a la vivienda, al trabajo, a la dignidad y el reconocimiento social de quienes hasta su gobierno padecieron a los que se llevaron todo lo que encontraron y aquello que no encontraron también.
Ese es su legado, como el de Evita, el legado de un irrenunciable defensor de los derechos humanos con mayúsculas sin versos, sin discursitos de barricada, pero con hechos indiscutibles como haber dignificado a la tercera edad, a los niños, a las mujeres, a los trabajadores y a todo aquel necesitado de un gobierno nacional con raigambre social que construyó la Patria grande con un pueblo feliz.
Su nombre ¡Será llevado como bandera hasta la victoria! ¡No llorés por mi Latinamerica! ¡Venceremos!