Se afirmó no sin acierto y rigurosidad que la peste amarilla de 1871 se concentró en los barrios del sur y que esto motivó la huida de algunos vecinos que dieron pujanza la zona norte y del oeste de nuestra ciudad.
Deberíamso agregar a estos datos que la Parroquia del Socorro se destacó por su tenaz resistencia al mal pudiendo evitar una mayor propagación.
Con acierto podemos decir que se pretendió limitar a los conventillos impidiendo la salida de esclavos o familias necesitadas de la zona sur y por lo tanto, este dato entrega una visión retrógada tanto sea en lo sanitario, en lo urbanístico y en el saber científico en tal dimensión que luego del día trágico en donde murieron más de 500 personas, recién allí «descubrieron» al asesino serial que no era otro que un mosquito que había llegado a Buenos Aires con los restos de la guerra de la Triple Infamia.
La conformación de Comisiones de vecinos no fue necesaria de llamarla a su creación. Esos vecinos se autoconvocaron siendo un pilar fundamental para derrotar la enfermedad o, al menos, paliarla en sus más severas presentaciones.
Valga entonces para poder seguir esbozando en apretadísima sintesis, la historia del Socorro
El Señor de los Milagros
Vista del templo hacia 1880. (Foto: AGN)
Alrededor de 1750, los esposos Estanislao Rivero y Ana Basualdo, adquirieron a un vendedor ambulante una imagen de Jesús Crucificado. Según cuenta el relato popular, el dinero no les alcanzó para pagarla, razón por la cual, solicitaron ayuda al vecindario. La imagen fue colocada en un nicho, dentro de la vivienda del matrimonio y a él comenzaron a acudir los lugareños a implorar sus gracias. Muy pronto se corrió la voz y aumentó el número de devotos.
Pero lo que más contribuyó a propagar la devoción del Santo Cristo fue un suceso que puede considerarse como la causa de la advocación al “Señor de los Milagros”. Ocurrió que cierto día un individuo llegó hasta el domicilio de los Basualdo (en las actuales Carlos Pellegrini y Arenales) para rezarle a la imagen. Rogó por la aparición de una importante suma de dinero que acababa de extraviar diciendo: “Señor, si me ayudas a encontrar lo que he perdido, mandaré rezar por ti una Misa”. Y así fue que, a poco de haber dejado el oratorio dio con el dinero, por lo que regresó a dar las gracias: “Desde hoy te bautizo con el nombre de Señor de los Milagros”.
El presbítero Manuel Ochagavía, entonces párroco del Socorro, al tener conocimiento del culto que se rendía en la casa de los Rivero, consultó con el Obispo sobre la conveniencia de proponer a los poseedores de la imagen el traslado de la misma a la Iglesia parroquial. Estando de acuerdo, comunicaron a los esposos y la imagen llevada en procesión fue colocada en un nicho próximo al altar mayor, el 14 de septiembre de 1803, fiesta de la Exaltación de la Cruz.
El 7 de abril de 1885, S.S Pío IX, accediendo al pedido del párroco D. Francisco Villar, autorizó la institución canónica de la fiesta el mismo día 14 de septiembre. En 1903, siendo párroco el canónigo José Apolinario de Casas, se procedió a la coronación de la imagen ya ornada con la peana y las potencias que hoy ostenta.
En 1871 fue nombrado cura párroco el Cgo. José Apolinario de Casas quien durante los 61 años de su ministerio (1871-1932) realizó grandes obras pastorales y materiales, entre ellas podemos detacar: un nuevo altar para el culto al Señor de los Milagros, se funda el Apostolado de la oración y la Asociación del Señor de los Milagros. Asimismo, se llevó a cabo la consagración del Templo y el S. S. León XIII eleva el Templo a la categoría de Basílica Menor. Se instalan las insignias de la Basílica, de un lado el Baldaquín y del otro el Tintinábulo.
A partir de 1960 nace el Colegio parroquial “Nuestra Señora del Socorro” y la Asociación Amigos de la parroquia, con los fines de una acción comunitaria social y cultural. Además, se crea la Comisión de obras sociales y culturales, en lugar de la anterior de “Amigos”.
Nuestra Señora del Socorro es custodia de magníficos tesoros y obras de arte únicas en el mundo. Los retablos son obras compuestas por tallas escultóricas o cuadros que constituyen la decoración de un altar.
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