Sí, lo decimos una vez más:
Margarita, Madre de Dios, Bendita erés entre todas las Mujeres.
Sinceramente en una realidad en donde cierta dirigencia entre 1976 y 1983 hizo crecer la deuda externa de 6000 millones de dólares a 40.000 millones de la misma moneda sin lograr cambios de fondo sostenido en el bien común, la estigmación de la pobreza bajo argumentos lamentables tales como «Pago los impuestos», «reciben planes vaguear» , causa nauseas.
La condena a la misería y a la pobreza de quienes alguna vez fueron «los únicos privilegiados» no es casual y menos aún culpables de «quienes no les gusta trabajar»; en un país donde hay demasiada indigencia es por que unos pocos se apropian de aquello que es de todos.
Y esto sucede en todo el ámbito de Buenos Aires metropolitana: sólo hay que querer verla.
Es la miseria de nuestros pibes, de aquellos que son negritos porque de tanto estar en la intemperie son de piel oscura que el sol oscureció y la genética que suma lo propio aporta de generación en generación lo hizo posible.
La parroquia de San Cayetano fundamentalmente hace suyas, año tras año, la expresión de San Ambrosio: «Dime rico lo que es tuyo. Lo que le das a los pobres a éstos les pertenece porque aquello que entregó Dios a todos los hombres, vos te lo apropias»
La parroquia de San Cayetano muestra la diferencia más descarnada de una sociedad que centraliza la drogadependencia criminalizando a nuestros pibes pero no a las organizaciones de narcos que pululan por toda la ciudad; que protesta por la llegada de provincianos o de países limítrofes pero nada dice de la patria sojera que produce los desmontes o el arrojo en avionetas de los pesticidas.
Buenos Aires, fundamentalmente, lo mismo que la Argentina profunda, es aquella que convierte la miseria moral en miseria estructural y un ejemplo por demás elocuente de la expresión de la Encíclica «Desarrollo de los Pueblos»: «A nadie les es lícito reservarse el uso exclusivo de los bienes cuando a los demás les falta lo necesario para vivir»
