Cada continente, cada región del planeta, parece condenado a sufrir su propia enfermedad endémica: África, con experimentaciones de algunos laboratorios que arrojan quien sabe qué bacteria provocando epidemias mortales como el hiv (Sida) y ahora el ébola (¡Que, oh casualidad, surgieron en el mismo lugar de este continente y la estúpida explicación responsabilizó a los chimpancé!). Ya no es la falta de alimentos, la imposibilidad de acceder al agua potable, viviendas construidas con lo que se encuentre, etc.
¡Tanto el SIDA como el ébola debieron cruzar el océano, llegar al «mundo civilizado» para que occidente diera la luz de alarma! ¿Mientras morían los pobres y los negros no importaba?
No queremos ser mal pensados, pero…
En oriente medio, los permanentes enfrentamientos entre palestinos e israelíes aportan su versión para construir este mundo en llamas. Y así por todas partes, donde se quiera, donde se mide, pero lo sobresaliente es que las autoridades no asumen el compromiso para erradicar el fuego que pone el peligro el paso de la especie humana sobre la tierra.
Latinoamérica aportamos lo nuestro para este infierno universal, cada cual con su propia característica.
Desde hace años la cartelización o la falta de medidas eficaces para combatirlas aportan lo suyo. Hoy a prácticamente 20 años después del inicio del proceso del narcotráfico, recién ahora, otras autoridades dan la voz de alerta no pudiendo escapar de esta realidad ningún país sudamericano -salvo Cuba.
De la mano de esta dura realidad, también hace tiempo ya, la trata de personas va adquiriendo contenidos cada vez más trágicos.
Veamos algunos testimonios ofrecidos por el imperdible portal wikipedia.org.ar:
Relato sobre la trata de explotación sexual:
“Me ofrecieron empleo en un restaurante en la capital,a casi 400 km.de mi casa. Como en mi pueblo no había trabajo, acepté. Me adelantaron $200 y me dieron el pasaje en ómnibus. Cuando llegué a la dirección que me habían dado, me dijeron que el restaurante era a unas cuadras, y me llevaron en auto. Pero cuando llegamos, no era una parrilla: era una whiskería. Me encerraron, me pegaron, me violaron y me obligaron a prostituirme. Además, me dijeron que si le decía algo a alguien, esto mismo se lo harían a mis hijas, ya que sabían dónde vivían… Nunca pensé que me pudiera pasar una cosa así…”
Fuente:Organización Internacional para las Migraciones
Relato sobre la explotación laboral:
“Un día por la radio escuché que un fabricante pedía costureros para su taller en Buenos Aires. En Santa Cruz (Bolivia), me entrevisté con una señora que me dijo que pagaban un peso con cincuenta la prenda, con casa y comida. Ellos pagaban el traslado, y después me lo iban descontando. Mi pasaje salió 120 dólares. Viajamos mi mujer, yo, y unas seis personas más. De la terminal de micros de Retiro nos llevaron directo al taller, y el dueño se quedó con nuestros documentos. El taller tiene dos habitaciones bien grandes, con unas 15 máquinas. Allí trabajamos, comemos y vivimos todos, incluso hay gente con niños pequeños. Trabajamos de lunes a sábado al mediodía, desde las siete de la mañana hasta la una de la madrugada del día siguiente. Al que se cansa o quiere dormir, el dueño lo amenaza con no pagarle nada, con “cagarlo a palos por vago”, o con denunciarlo a la policía para que lo deporten. Las puertas del taller están cerradas con llave, y la puerta de calle también. Ayer cuando le pedí lo que me debía, porque quería mandar plata a mi familia, me dijo que no me debía nada, me gritó que si lo seguía jodiendo llamaba a los de migraciones y me agarró a las patadas; a mi señora también le pegó.”
Fuente:Organización Internacional para las Migraciones
Esta nota no pretende enseñar nada a nadie, salvo dar la voz de alerta. En cada terminal o estación de trenes, en cada plaza porteña o de la Provincia de Buenos Aires, nos encontramos con jóvenes y hasta niños aspirando pegamento, fumando toda clase de drogas, emborrachandose.
Toda el área metropolitana de Buenos Aires está inundado de asentamientos precarios pero el proceso de urbanización de los mismos, como siempre, ha quedado para cuando Dios lo quiera.
Y sin embargo el proselitismo sigue su paso no habiendfo respuestas, hablando de temas importantes sí, pero no tan preocupantes para el hoy y el mañana como el que hemos desarrollado en esta oportunidad. No se trata de deportar o cerrar fronteras, se trata de asumir responsabilidades con una visión amplia, con una mirada terapéutica si se quiere.
De lo que no se trata es de mirar otro canal como se ha venido haciendo desde hace un tiempo a esta parte.