Hace más de 2000 años quién vino a servir, no a ser servido -hecho demostrado cuando lavó los pies de sus discípulos cuando podía hacérselos lavar-, ejemplificó que el horizonte es el amor y por la fuerza de su mensaje perduró tantas décadas.
Luego llegaron diversos pensamientos, entre ellos las vetustas ideologías gemelas como son el marxismo y el liberalismo, que por vestustas precisamente construyeron su propio museo de telarañas.
Creyeron poseer «la verdad», el «Bien» siendo una expresión minúscula de una moda de pensar la realidad y que Friedich Nietszche demoliera en «Más allá del Bien y el Mal» expresando que la realidad siempre fue pensada desde las verdades verdaderas, llegando los tiempos de pensarla desde la no verdad; esto que fue desoído por los escribas y los fariseos, se fue remontando a través de los tiempos llegando a la imposición de criterios que usaron el más atroz de los métodos y un salvajismo inaceptable como fueron el nazismo y hoy los hechos de Ucrania, Siria que es extremar al máximo aquellas verdades verdaderas obligando al prójimo, al semejante, a sufrirlas.
Una vez más el marxismo y sus doctrinas gemelas, el liberalismo y los nazis, demuestran que son pensamientos idénticos o muy difícil de diferenciarse entre ellos.
Tanto uno como otro se enfrentan por la posesión de un Estado al servicio de una elite que no es otra cosa que una verdad verdadera con una gran capacidad de dislate discursivo.
La Madre Teresa de Calcuta decía «Quien no vive para servir, no sirve para vivir» y con esta expresión, una vez más denunciaba que aquel horizonte que nos propuso Jesús era el hazmereir del legado de aquellos fariseos y escribas del templo que olvidaban el amor como motor de asumir la obligación del paso de la especie «humana» sobre la tierra.
Incluso limitaron aquellos fariseos y escribas del templo el concepto de amar que no es una figura sino la obligación de tener presente al que enfermo, al necesitado, al que sufre injusticias, al que es obligado por la fuerza (quinientos latigazos) a aceptar aquello que se le impone.
La fe sin obras es letra muerta, decía el Apóstol Santiago.
Tanto fue así que el Padre Carlos Mugica decidió dar la vida por los necesitados y la dió siendo una expresión exquisita del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y quien iluma también a los sacerdotes villeros.
No fue el único religioso del amor en concreto que pagó muy caro la opción por los pobres creando un cristianismo trascedental en contraposición al temporal que hace negocios con la cruz y con el mensaje de Jesús.
El mundo actual se aproxima a su apocalipsis: las matanzas en Ucrania, en el oriente medio, las hambrunas en Africa y en América Latina y la apropiación de la riqueza olvidando de los derechos del semejante; la reducción del concepto «derechos humanos» reduciendolo al derecho a la vida pero renegando al derecho al agua potable, a la salud, a la vivienda digna, al trabajo como proveedor del Bien Común nos está llevando a la apocalipsis al exterminio y conversión del hombre en bestia humana y no como animal racional.
Las próximas décadas darán testimonio: ¿seguiremos descuidando el medio ambiente que engloba a los demás derechos humanos?
¿Hasta donde llegarán los fariseos y los escribas del templo?
La alternativa es clara: ponemos en práctica la filosofía del amor o nos espera la apocalipsis.
Es de esperar que no se haga la de Pilatos quien se lavó las manos ante la crucificción de quien propuso amar al semejante, al prójimo, como a ti mismo…