¿En verdad hubo las Pascuas de resurrección o, acaso algunos hacen la de Pilatos que se lava las manos ante el sufrimiento del semejante por enfermedad, marginación, falta de fe y esperanza? Cuando concurren a Misa van a reconciliarse con el Mensaje o simplemente, es un hábito, una costumbre, algo que hay que hacer y nada más.
Horas definitorias atraviesa el mundo y la especie humana debido al cambio climático, los permanentes y feroces terremotos y tsunamis, con la cada vez más influencia de la droga que elimina el futuro de nuestros chicos.
El mundo ha cambiado para peor: la segunda guerra mundial con la bestialidad nazi y los aliados que ni siquiera pensaron las consecuencias de aquello que estaban haciendo: cámara de gas, genocidios en masa, arrojar bombas sobre poblaciones civiles, Hiroshima y Nagasaki, el operativo Cóndor en estos lugares del mundo donde se desapareció una generación, las revueltas en Medio Oriente con sus gravísimas consecuencias, anuncian la obligación que se debe repensar el mundo sin quedar atado a las ideologías de museo de telarañas como son el marxismo y el liberalismo que por anacrónico ya no tienen contenido.
¿Por qué el Mensaje de cristiano tiene vigencia a más de 2000 años de su surgimiento?
La respuesta es muy simple: porque propone el amor. Pero amor en serio, no de palabra.
Amor en concreto hacia el que sufre hambre, enfermedad, olvido, marginalidad social, etc.
¿Ir a Misa es comulgar con el verdadero mensaje o como se ha dicho un hábito?
El apostol Santiago decía que la fe sin obras es letra muerta. Francisco, el pobre de Asís, propuso compartir, curar, dar el mensaje de amar la naturaleza que nos dirige abiertamente al cuidado del medio ambiente tan castigado hoy. San Lucas cuenta la Parábola de Lázaro y el rico cuando el primero allá junto al Padre Abraham era redimido de sus sufrimientos, mientras el rico permanecía en el infierno.
Algunas de estas preguntas la humanidad debe responder.
¿Seguirá jugando al Don Pirulero cada cual atiende su juego y el que no se jode?
Esta es la gran pregunta que surge en estas Pascuas de resurrección. ¿No le parece?
