Aunque es una enfermedad estival, las medidas ambientales y educativas necesarias para reducir su incidencia deben adoptarse ya. Las prioridades: trabajo coordinado y fomento de la conciencia pública.
A esta altura del año, el dengue parece excluido de la agenda de problemas porteños; pero -con los meses- volverá a instalarse si no se comienza ya a adoptar medidas que coordinen los esfuerzos de todas las áreas de gubernamentales y si no se concientiza suficientemente a la población sobre las tareas preventivas que debe realizar para combatir al Aedes aegypti, el mosquito que transmite esta enfermedad potencialmente mortal que en los últimos años avanza sobre las grandes urbes.
Todos los veranos, con el arribo de los días más calurosos y húmedos, nubes de mosquitos se convierten en una verdadera pesadilla para los porteños y sus vecinos del conurbano; pero el problema no reside sólo en sus molestas picaduras, sino y fundamentalmente en la posibilidad de contraer una enfermedad infecciosa, el dengue, producida por un virus que transmite la hembra de la variedad Aedes aegypti.
Estos insectos se alimentan de jugos vegetales y no vuelan a grandes distancias. Además, necesitan de las proteínas de la sangre humana para poder poner sus huevos. Por ello, no es extraño que se instalen en las viviendas; especialmente en las que poseen jardines y patios, donde encuentran ámbitos óptimos para reproducirse: los recipientes que quedan a la intemperie y contienen agua, y donde las hembras desovan.
Por eso, la fumigación de lugares públicos –necesaria para combatir otros géneros de mosquitos- no es suficiente para eliminar al Aedes aegypti, que no suele residir en parques o paseos.
El dengue puede presentarse de modo clásico o hemorrágico. En el primer caso los síntomas varían desde cuadros febriles leves hasta estados gripales agudos. En el segundo caso puede ser mortal.
En algunos países limítrofes, se han producido recientemente epidemias de dengue; mientras que en el interior argentino y en la Ciudad de Buenos Aires se reportaron mayoritariamente casos importados y también algunos autóctonos. El número de enfermos registrados en 2012 y en lo que va de 2013 y la presencia del mosquito vector constituyen, por tanto, un escenario de riesgo. En virtud de ello, personal del Área de Derecho a la Salud de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad recabó al Instituto Pasteur y a la Dirección de Epidemiología del Ministerio de Salud local la información disponible sobre la situación actual y las medidas adoptadas.
Como no existe una vacuna contra el dengue, la prevención se logra eliminando el mosquito de las zonas urbanas, lo cual implica un arduo trabajo de concientización de la población y la puesta en marcha de urgentes tareas de control ambiental por parte de las autoridades sanitarias. Pero la clave consiste en desterrar los objetos inútiles donde se cría el mosquito y evitar que los recipientes útiles acumulen agua por períodos superiores a los dos días.
La ciudad cuenta con un programa de prevención elaborado en 1995 que –actualizado y modernizado- mantiene vigentes a sus principales ejes: la vigilancia etimológica continua del vector, la vigilancia epidemiológica de los casos y la actualización de los equipos para el diagnóstico precoz y el tratamiento oportuno que hasta la fecha se realizan con resultados óptimos en el primero ítem y aceptables en los restantes. No ocurre lo mismo en otros ejes del programa como el de educación para la salud y las ya referidas medidas de control ambiental que evidencian notorias falencias.
Entre las acciones más urgentes a implementar, la Defensoría del Pueblo destaca la aplicación de insecticidas y larvicidas, tarea que debe complementarse con el control integrado de otras plagas; la coordinación con municipios limítrofes del Gran Buenos Aires para ejecutar operativos conjuntos; la realización de reuniones y recorridos barriales con autoridades de las comunas y las ONGs especializadas; la organización de jornadas de trabajo voluntario para descacharrizar y aplicar larvicidas, coordinadas y supervisadas por autoridades del Gobierno de la Ciudad; la reorganización y refuerzo de los servicios de recolección de residuos para impedir – con ayuda del CEAMSE y las empresas del sector- su acumulación en áreas públicas; evitar el abandono a la intemperie de cubiertas de automóviles –cuyas concavidades son verdaderas incubadoras de mosquitos-, fijando lugares para su acopio seguro con el apoyo de los comerciantes del rubro, y la instalación de un servicio para eliminar las gomas abandonadas.
Es importante comprender que, como enfermedad, el dengue trasciende el campo de la medicina e involucra al saneamiento domiciliario y a la educación ambiental, ya que el mosquito puede eliminarse sin utilizar productos químicos. Su baja incidencia en la Ciudad de Buenos Aires no es casual, sino el resultado de un trabajo eficiente de las áreas de salud que se ocupan de esta problemática. Ello no significa que se esté en condiciones de bajar la guardia; por el contrario, es imperiosa la participación de otros sectores del Gobierno porteño si se pretende prevenir nuevos brotes y un eventual riesgo de epidemia.
Limitarse a actuar cuando llegan la primavera y el verano o ante la aparición de los casos es insuficiente. Una buena campaña preventiva debe promover actividades interjurisdiccionales que impliquen y comprometan durante todo el año al conjunto de las áreas de gobierno de la ciudad y el conurbano.