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TENENCIA RESPONSABLE

 Una noche de 1879, un templo metodista de la calle Corrientes fue el escenario utilizado por un grupo de hombres para fundar una sociedad protectora de los animales que funcione en Buenos Aires. Necesitaban que la Municipalidad atendiera los abusos a los que eran sometidos cientos de caballos usados en los repartos. La iniciativa no prosperó pero el esfuerzo no fue en vano: la cultura del proteccionismo se propagó con fuerza hasta nuestros días.

Hoy, los caballos siguen pateando el adoquín y otras especies vagabundean sin rumbo fijo. Los especialistas reconocen que no existe una solución integral al problema y trabajan para detener el flujo de almas errantes, amparados en el Programa Nacional de Tenencia Responsable y Sanidad de Perros y Gatos. Mientras tanto, la ciudad espera que se implementen los centros de atención veterinaria comunal y móvil, un proyecto que, en cuanto se hizo ley, en noviembre de 2012, se convirtió en humo. El gobierno porteño todavía no invirtió un peso.

Silvia Urich compiló la historia del proteccionismo de animales en un libro llamado Los perritos bandidos, que se presentará en la próxima Feria del Libro. La autora aborda el tema en clave institucional, marcando como hitos principales las llamadas «ley Sarmiento» y «ley Perón». El libro ubica al padre del aula como una de las figuras que organizaron una de las primeras marchas a la Plaza de Mayo a favor de los animales y como protagonista de una campaña que desterró las corridas de toros. Pero también, como un amante de los animales que llegó a vivir con perros, gatos, loros y hasta una chuña, una especie de ave zancuda que se paseaba por las habitaciones de la vivienda de Cuyo 533, donde hoy funciona la Casa de la Provincia de San Juan.

La extensa investigación de Urich también refiere a las presiones corporativas que existieron a lo largo de la historia para que no se instaure un organismo de corte oficial que agrupe la tarea proteccionista. Allí cuenta la historia del doctor Aníbal Marilungo, veterinario y jefe del antirrábico en la década del ’90, cuando fue denunciado por varios de sus colegas al punto de terminar declarando frente al Colegio de Veterinarios de la Provincia de Buenos Aires. Estos profesionales lo amenazaron con quitarle la licencia porque sus servicios «colisionaban con el ejercicio privado de la profesión». ¿Qué hacía Marilungo? Cumplir con la Ordenanza 3569 que facultaba al antirrábico a brindar atención veterinaria gratuita. La historia terminó con un cartel colgado en la puerta del centro sanitario con la leyenda «Se hacen sólo castraciones, no nos comprometa».

Los atropellos institucionales se repiten a lo largo del capítulo y la propia Urich opina al respecto en este artículo (ver aparte). Lo cierto es que al finalizar el siglo XX, muchas de las iniciativas impulsadas por el Estado fracasaron y el proteccionismo de animales se redujo a la imprescindible labor voluntaria de miles de personas en todo el país.

Para el doctor Enrique Romero, responsable del Programa Nacional de Tenencia Responsable, ese paradigma es propio de otros tiempos. «Algo de razón tiene Urich en lo que dice con respecto a otras épocas y a algunos lugares enquistados en la actualidad, asumió el veterinario, pero también es cierto que la mayoría de los veterinarios actuales sí tienen conciencia social.»

El profesional indicó que el programa que dirige «tiene lobbys en algunos proteccionistas que sí tienen marcadas intenciones políticas detrás del sello de una ONG». Además, recordó que la iniciativa lanzada por el gobierno nacional en 2012 está dirigida a evitar enfermedades infectocontagiosas, promueve la educación, castración gratuita y sanidad y «detesta la eutanasia como método de control».

El programa tiene siete meses pero lleva 35 mil castraciones caninas gratuitas, además de poseer dos centros veterinarios en la Villa 31 de Retiro y en la Villa Hidalgo, en el partido de San Martín.

Romero reconoció a Tiempo Argentino que existe un debate acerca del destino de los perros y gatos de la calle. «Hoy, la Argentina tiene una solución a mediano plazo, no la hay a corto plazo y es una fantasía pensar que hay una solución mágica de la noche a la mañana para un problema cultural de desidia», expresó y recomendó a los dueños de mascotas la utilización de un medicamento muy singular: «el CoCoBol, o sea, collar, correa y bolsita». 

Por: Ramiro Barreiro para Tiempo Argentino, 28 de abril de 2013

 

 OPINIÓN – «Si no hay servicios gratuitos es por la presión de las corporaciones»

Silvia Urich | escritora

  El vínculo de afecto que tenemos con los animales no es cosa frecuente en todos los países: la protección y el cuidado de los animales es una tradición que supera largamente los actos individuales de crueldad y maltrato, aunque cuando ocurren estos se conviertan en noticia. Seguramente esta cultura de afecto sea el resultado de la actuación centenaria de las asociaciones protectoras. Sin embargo, así como tempranamente surgieron en la Argentina las instituciones dedicadas a proteger a los animales hay que destacar que las mayores crueldades también fueron y son llevadas a cabo en forma institucional. Por lo general se trata de corporaciones que persiguen algún fin económico: la ausencia de servicios veterinarios gratuitos debido a las presiones que ejercen los colegios profesionales sobre los organismos oficiales es un ejemplo de ello. La consecuencia es la muerte de miles de animales por enfermedades o por superpoblación. Estas presiones se ejercen para evitar que el servicio público le quite «clientes» al sector privado. A estas instituciones –a sus integrantes–, la ley penal que sanciona los actos de crueldad no las alcanzan porque su accionar está invisibilizado. En el siglo XXI el desafío de las asociaciones protectoras de animales es hacerlo visible.

 

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