El 11 de octubre de 1904, en un modesto conventillo del barrio de San Telmo, nacía una de las figuras más icónicas e inolvidables del mundo del espectáculo argentino: Laura Ana Merello, conocida y amada por todos como Tita Merello. Tita Merello fue una verdadera embajadora de la cultura y la pasión argentina.
Tita no tuvo una infancia lujosa. Creció en un orfanato, donde la educación formal no formaba parte del plan. Desde joven, la vida le enseñó que tenía que ganarse la vida, y así lo hizo. Salió al campo a trabajar, pero a los 15 años decidió volver a Buenos Aires. En la ciudad, se las ingenió para subsistir y sacar adelante su camino.
El comienzo de su trayectoria artística fue peculiar: fue corista en el «Teatro Bataclán», un lugar que, en el argot porteño, tenía una reputación algo cuestionable. Sin embargo, fue allí donde su voz comenzó a resonar y a cautivar a quien la escuchara. La historia de «La Morocha» había comenzado con un perfil arrabalero inconfundible.
Tita, con humildad y franqueza, compartió que su pasión por el arte surgió como una vía para escapar de la miseria que la rodeaba. Mientras su carrera comenzaba a despegar a los 20 años, aprendió todo lo que pudo sobre arte. Desde leer y escribir hasta perfeccionar su talento en el baile, dominando su cuerpo con una gracia y un carisma inigualables.
Desde las sombras de los muelles portuarios, Tita Merello emergió como una estrella que iluminó el Teatro Maipo, hogar de los espectáculos de revista más importantes de Argentina. En la segunda mitad de los años 20, Tita grabó sus primeros discos de tango, y en la década siguiente, demostró su versatilidad al convertirse en periodista de la revista «Voces» y escribir letras de tango. Incluso, incursionó en la poesía y las crónicas. En 1972, nos regaló una autobiografía única, «La calle y yo».
Sin embargo, la vida de Tita Merello tuvo sus altibajos. La dictadura militar la restringió y la llevó a actuar en lugares poco glamorosos en el interior del país. Pero con el regreso de la democracia, resurgió, como tantos otros artistas argentinos.
Con 60 años a cuestas, la salud ya no era la misma, pero Tita nunca se alejó del público. La radio fue su nuevo escenario, donde compartía su vida y entrevistaba a otras celebridades queridas por el pueblo argentino. Era una forma cálida de mantenerse en contacto con su audiencia.
Los tangos de Tita Merello son clásicos atemporales. Canciones como «Arrabalera,» «El choclo,» «Niño bien,» «Pipistrela,» y «Qué vachaché» nos muestran su interpretación única y auténtica del tango, un género que llevó en su piel y su corazón.
Tita Merello dejó una huella indeleble en la pantalla grande. Participó en más de 20 películas y compartió escena con estrellas de renombre y directores de la máxima importancia. Películas como «Ídolos de la radio,» «Así es el tango,» «Filomena Marturano,» «Arrabalera,» y «La morocha» son solo algunas de las que la hicieron inmortal en la historia del cine argentino.
Más allá de su innegable talento artístico, Tita Merello fue una mujer de carácter fuerte y personalidad arrolladora. Siempre fue fiel a sí misma y a sus raíces, y su autenticidad resonaba en cada una de sus actuaciones. Su presencia magnética en el escenario y su forma de transmitir emociones a través de la música y la actuación hicieron que el público se sintiera conectado con ella de una manera especial.
Hoy, en 2023, su legado perdura en la memoria colectiva de Argentina. Su música y sus actuaciones siguen siendo apreciadas y admiradas por nuevas generaciones. Tita Merello fue una verdadera embajadora de la cultura argentina, y su contribución al arte y la música es un tesoro que nunca se desvanecerá.