Desde hace años se concibe la ayuda social como un mero asistencialismo cuando ésta debe abarcar incluso la educación integrando la obligación.
La Abanderada de los Humildes para los que menos tienen simplemente Evita, para otros Eva Perón, no se quedó atrapada en las telarañas del asistencialismo. Nada más alejado que eso.
Por el contrario entregó máquinas de coser, creó la Escuela de Enfermería en donde se formaron cientos de mujeres que luego trabajarían en los hospitales públicos creados por la Fundación Eva Perón, creó además la Ciudad de los Niños que luego con el pasar del tiempo se dejó caer por el descuido, participó en el Tren Sanitario junto con el célebre Dr. Ramón Carrillo que llevaba la salud hacia las provincias olvidadas por siempre y en donde atendía casos de odontología, nutrición, cardiología, tanto como muchas otras especialidades médicas.
Aportó lo suyo –que no es poco-, para para que haya mayor la cantidad de camas en los hospitales del norte argentino; llevó a las Naciones Unidas la temática de las personas con necesidades especiales y muchas cosas más que sería muy extenso citar ahora.
Con el pasar de los años y más precisamente luego del infausto año 1955 para quienes jamás habían sido tenidos en cuenta, esa ayuda social a la que hacíamos alusión más arriba se convirtió en mero asistencialismo llegándose al extremo de repartir mercadería de alimentos de segundas o terceras marcas.
De esta forma la solidaridad ni siquiera se convirtió en asistencialismo pero sí en dádivas que por lo señalado precedentemente cayó, en algún caso, en clientelismo político.
Es tiempo de volver a la solidaridad social desde el Estado mismo porque jamás éste está ausente pero sí siempre presente según los intereses que defiende.
La solidaridad social aquí significa agudizar la mirada incluso hacia temas medio-ambientales aportando algunos fondos públicos para la utilización de maquinarias en donde se arroja los desperdicios que permite que haya una reserva gasífera en los domicilios para reemplazar en parte al gas domiciliario que usan esas mismas familias y que deben pagar tantas veces sin las posibilidades para hacerlo.
Más que grandes obras este ejemplo permitiría que éstas puedan gozar de gas incluso en forma gratuita.
Algo parecido sería el caso de la energía que también podría serlo de dotar usando los paneles solares a nivel domiciliario y en los procesos de urbanización de los asentamientos humildes a lo largo y a la ancho de la ciudad de Buenos Aires y del conurbano bonaerense, incluso en la Argentina Profunda (mal llamada Interior de la Argentina)
En tiempos de crisis, de carencias absolutas, de pobreza extrema, que viene padeciendo nuestro país desde hace años, la participación del Estado en auxilio de los que menos tienen significaría volver a ese Estado de Bienestar vivido hasta 1955 reorientando el gasto público hacia los sectores necesitados utilizando el mismo dinero que se gasta en las grandes obras.
La energía eléctrica y el gas domiciliario pueden resultar gratuitos si es que se aguda el ingenio o se pone en práctica muchas obras que ya están siendo utilizadas en países de Europa y en particular en aquellos Estados en donde lo primordial y prioritario es el bienestar de los ciudadanos.
Muchas más cosas se podrían agregar a estas líneas. Sería un agrado que quienes deben hacerlo lo realicen.
Porque la ayuda social jamás debe quedar atada al asistencialismo que denigra incluso a quienes lo reciben.