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CHACARITA: los orígenes de la represión policial (Parte III)

En 1885 en su texto «Estudio sobre las casas de inquilinato», citado para Botánico Sur por Mele Mus,  el Dr. Guillermo Rawson dirá: «De aquellas fétidas pocilgas, cuyo aire jamás se renueva y en cuyo ambiente se cultivan los gérmenes de las más temibles enfermedades, salen esas emanaciones, se incorporan a la atmósfera circunvecina y son conducidas por ella tal vez hasta la los lujosos palacios de los ricos»

Tal situación de indignidad habitacional explotaría cuando los inquilinos se niegan a pagar el alquiler exigiendo condiciones de vida dignas: más de un baño por cada 20 habitaciones, separación de ellos para varones y mujeres, rechazando de plano los aumentos desmedidos de los propietarios que, con el pago de los cuartuchos construían sus casonas hacia Recoleta y Barrio Norte fundamentalmente, amasaban fabulosas fortunas. Pero además, la no exigencia del pago de tres meses por adelantado pero firmando por un mes y que habilitaba al dueño a exonerarlo inmediatamente sin causa alguna.

Tal situación de injusticia social explotaría no sólo en Buenos Aires, también en Rosario, La Plata y Bahía Blanca.

¿Cuál fue la respuesta? ¿Les suena el nombre de Ramón L. Falcón?

Fue un comisario o jefe de policía general que llegó a decir: «Anarquista se nace» que nos retrotrae a las prácticas más infames que se harían presente en variadisimas oportunidades en el Siglo XX: tomó su arma y le apuntó a un joven de tan sólo 15 años y con un certero tiro en la cabeza echó por tierra a uno de los más activos oradores de aquellas jornadas.

Esta acción desparramó el vaso. Fue la gota que faltaba.

Pocos días después, salían las mujeres con las escobas bajo el lema «barramos con las escobas las injusticias de este mundo». No se hizo esperar que tan propuesta se imitara a lo largo y a los ancho del barrio de San Telmo y alrededores. Pocos días después las calles se inundaban de mujeres y niños con sus respectivas escobas. Ya no bastaría los manguerasos con agua helada y las balas de plomo de Ramón L. Falcón; ya no bastaría la infame ley de Miguel Cané que habilitaba a deportar a todo aquel que no obedeciera «las ordenes de la autoridad».

La ciudad fue un caos porque el movimiento se propagó por otros barrios cada vez en mayor escala.

La muerte del joven de 15 años provoca que el consejo fúnebre a pie desde los barrios sureños hasta el cementerio del oeste, en Chacarita, y allí se encontrarían con otra sorpresa. Los policías de Ramón L. Falcón y los niños bienudos de la Liga Patriotica los estaban esperando escondidos produciendo una matanza cruenta e inhumana.

Así llegó la represión a Chacarita no quedando indenme las prácticas que se deberán abolir para siempre: la represión salvaje hacia personas indefensas. Chacarita, de alguna manera, sería la antesala de aquello que se iría a producir ya en los años de plomo en el transcurso de la dictadura militar.

La Chacarita de los Colegiales podrían pelear el podio de los barrios que más desaparecidos aportara si existiera un libro de record’s para esta especialidad…

 

imagen gentileza:

indimedia.org.at

 

 

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