Los frailes dominicos o padres predicadores llegaron a Buenos Aires en 1600 y fundaron el convento en 1602, iniciando de inmediato la construcción de la iglesia basilical de Santo Domingo, ubicada en la esquina sudeste del cruce de las actuales calles Defensa y Belgrano. La piedra fundamental del templo actual se colocó en 1750 y en 1762, el alarife Francisco Alvarez se hizo cargo de las obras. A partir de 1774, intervino el Arq. Manuel Alvarez de Rocha. La obra quedó terminada en 1779 y la iglesia fue consagrada en 1783. Las fachadas fueron poco modificadas a lo largo de su historia: en 1849 se levantó la torre derecha y, a fines del siglo XIX, el sencillo coronamiento curvo fue reemplazado por un frontón recto y liso.
Tres arcos con rejas dan acceso al nartex; otras dos puertas, bajo las torres, se corresponden con las naves laterales. El interior mantiene el carácter simple de las iglesias del período colonial, sólo alterado, en parte, por el agregado de revestimientos de mármol esculpido en la nave principal. La planta del templo tiene la forma de una cruz latina; consta de una sola nave y ostenta dos elegantísimas torres, en tanto la cúpula se eleva a 50 m. de altura.
La veleta que se encuentra en la torre izquierda guarda la tradicional silueta de gallo. Por su parte la veleta de la torre derecha es más curiosa, es una figura de un perro, porque los dominicanos, los religiosos de Santo Domingo, llevan ese nombre por Domini canis, los perros o los guardianes del Señor, y se los representa con la figura de este animal. El gallo simboliza la vigilancia. Se dice que en lo alto de las iglesias otea el horizonte y se encarga de ahuyentar los demonios.
Disuelta la comunidad en 1822, por orden de Bernardino Rivadavia, volverá a instalarse en 1835, a pedido de Juan Manuel de Rosas.
Valores artísticos y religiosos
Constituyen su tesoro artístico y religioso el riquísimo retablo del altar mayor, los valiosos cuadros del Rosario y de Santa Rosa de Lima, los preciosos ornamentos y magníficos altares de hermosas tallas; las espléndidas esculturas de San Vicente Ferrer de 1773, de Santo Domingo Penitente de 1779 y del Santo Cristo del Buen Viaje; los quince misterios del rosario ejecutados en artísticos mosaicos de Venecia; y la venerada imagen de la Virgen del Rosario de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, traída del Perú, la cual cuenta con más de trecientos cincuenta años de existencia. Esta histórica imagen fue trasladada desde la catedral al templo de Santo Domingo a fines del siglo XVIII.
Existe en la sacristía un valioso cuadro de los Santos Fundadores, pintado en 1762. Es doblemente histórico por su antigüedad y por conservar los impactos de las balas inglesas que lo perforaron en las invasiones.
Recuerdos históricos y patrióticos
En la torre más antigua estuvieron incrustadas las balas de los cañones del Fuerte, que repelieron el ataque de los británicos atrincherados en aquel lugar, durante las invasiones. Luego fueron sustituidas por réplicas de madera en tiempo de Rosas.
Se observan aún los impactos de las balas enemigas en la puerta del convento, junto a la Sala de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, donde se hallan los valiosos e históricos muebles y sillería del tiempo de Liniers.
En los años 1806 y 7 este templo fue teatro de los más gloriosos episodios de la Reconquista y Defensa de la ciudad.
Rivadavia, después de la reforma del clero, ocupó el edificio, instalando el primer Museo de Ciencias Naturales, bajo la dirección del botánico y químico italiano Pablo Ferrari (1), y en su parte superior, el primer Observatorio Astronómico y Meteorológico a cargo del astrónomo italiano Octavio Fabricio Mossotti (1791-1863). También durante el gobierno de Rivadavia se abrió la actual cortada 5 de Julio donde se encontraba el huerto, dividiendo en dos partes al convento.
Por voluntad testamentaria de Belgrano, que nació y murió junto a sus muros, descansan allí sus restos, los de su hermana Rosario y los de sus padres, amortajados todos con los hábitos de la Orden Tercera de Santo Domingo.
En 1903 se inauguró en el atrio el mausoleo que guarda los despojos mortales del creador de la Bandera Nacional y vencedor de Tucumán y Salta, obra del artista Héctor Ximenes. Allí reposan también los restos del insigne bienhechor del templo y síndico (administrador) del convento, Juan Lezica y Torrezuri, que contribuyó generosamente a la erección de la basílica y que fundó la ciudad de Luján.
La tumba del general Antonio González Balcarce, jefe del Ejército del Norte en la expedición al Alto Perú y vencedor en Cotagaita y Suipacha en 1810, y la urna funeraria del prócer sanmartiniano, general José Matías Zapiola, nieto de Lezica, completan el panteón nacional de este histórico templo: arca de las glorias de la Patria y baluarte de la soberanía.
Dos banderas del invencible regimiento 71 del general Beresford y otras dos de la Marina Real Británica fueron ofrecidas por Liniers, con voto y a perpetuidad, a la Virgen del Rosario, patrona coronada de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, cuyos hijos rechazaron heroicamente al invasor el 5 de julio de 1807. Liniers en persona las colocó en el templo el 24 de agosto de 1806.
Dos estandartes realistas, donados por Belgrano a la Virgen Inmaculada del Rosario, completan los trofeos de guerra que se custodian en su Camarín.
Fueron dominicos: Gaspar Carvajal, que bendijo, en 1553, la fundación de Santiago del Estero, la ciudad más antigua que aún existe en el territorio argentino; los frailes, que como Matías Castillo, decidieron la permanencia de San Martín en el gobierno de Cuyo y que en San Juan lo alojaron en la celda prioral del convento; Juan Grande, cuya labor educacional de 50 arios en Santiago, compendia toda la historia de la instrucción primaria en la provincia; José Zemborain, el maestro de los jóvenes porteños, muchos de los cuales actuaron en 1810; Justo de Oro, defensor de la forma republicana de gobierno en 1816; Luis Tejeda, el primer poeta de nuestras tierras; Manuel Torres, a quien se debe el primer hallazgo paleontológico en el territorio argentino; y el fogoso Ignacio Grela, personero de los criollos, que el 25 de Mayo de 1810 exigió al Cabildo que se expidiera inmediatamente, porque “el Pueblo quiere saber de qué se trata”.
En 1910 el papa Pío X eleva la iglesia al rango de basílica y el 8 de octubre de 1922 la imagen de Nuestra Señora del Rosario recibió la coronación pontificia. Posteriormente, el 21 de mayo de 1942 por un decreto el Convento fue declarado Monumento Histórico Nacional.
Quema de la basílica
Vista del altar mayor después del incendio de 1955
Los hechos vandálicos producidos el 16 de junio de 1955 provocaron graves incendios que destruyeron la mayor parte de los documentos y reliquias del templo. Las puertas fueron clausuradas y todo el recinto se transformó en un horno vivo, para provocar la caída del artístico revestimiento de sus mosaicos venecianos, y destruir sus hermosas pinturas y magníficos decorados.
La hoguera, alimentada por materias inflamables, hizo arder los altares con sus riquísimos retablos y sus históricas imágenes; carbonizando, al mismo tiempo, los bancos y confesonarios, los Cristos en su agonía y la Bandera de la Patria, que adornaba el altar mayor.
Los trofeos de guerra fueron violentamente arrancados y remitidos, según informes oficiales, al Departamento Central de la Policía Federal, para su custodia.
Del altar mayor, con su magnífico retablo de las misiones guaraníes y su preciosa imaginería del siglo XVIII, y de los tres altares de Santo Tomás de Aquino, San Vicente Ferrer y Cristo del Buen Viaje, han quedaron sólo escombros y maderas carbonizadas.
El altar de los Santos de la Orden fue parcialmente quemado y los cristales del templo, los candelabros y siete hermosas estatuas de talla fueron destruidas: entre ellas, la de Santiago Apóstol.
Las alcancías violadas y robadas; la urna funeraria del general Zapiola arrojada en el atrio; la de Lezica, fundador de Luján, abierta y volcada; la de Zemborain, maestro de los próceres de 1810 y patricios coloniales, profanada y desparramados sus restos. Robos sacrílegos y saqueos vandálicos completaron la obra en la sacristía y en el convento.
El espléndido órgano, uno de los mejores de Sudamérica, quedó reducido a cenizas, y la artística sillería del coro alto, que era del siglo XVIII, se carbonizó.
Las preciosas vestiduras sacerdotales de la época colonial fueron destruidas y quemadas; el lavabo de la sacristía y la magnífica mesa de mármol fueron destrozados a martillazos; la vitrina con el ajuar episcopal del obispo de Cuyo, Marcolino Benavente, promotor de la erección del monumento del Cristo Redentor de los Andes en 1904, fue destruida y quemada; los cálices, copones, ostensorios, misales y objetos de culto que no fueron alcanzados por las llamas, fueron robados; las reliquias de los cuerpos de los santos, rotas y profanadas; las telas antiguas de gran valor, deshechas y quemadas; y el cuadro de 1762, que conservaba las históricas perforaciones de las balas inglesas, pereció en el incendio con sus dos siglos de historia.
Tres habitaciones del convento, incluyendo la celda prioral, quedaron totalmente destruidas por las llamas; el resto de las celdas fue saqueado y destrozados todos los vidrios del claustro.
La Sala del Instituto Belgraniano y las dependencias de la Comisión Nacional de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires con toda la sillería, mesas y moblaje colonial de la época de Liniers, junto con sus archivos, fueron reducidas a cenizas.
La histórica puerta que muestra los impactos de las balas británicas, también fue alcanzada por el fuego.
Los trabajos de reconstrucción comenzaron en 1961.
Actualmente posee un órgano de tubos Walcker, fabricado en Alemania, que es el segundo más grande de Sudamérica, con alrededor de 1.700 tubos.
Referencia
(1) En 1834 Ferrari fundó una droguería que instaló en Defensa 415, llamada “De la Estrella”, sin imaginar siquiera cuanto tiempo y con que elegancia lo sobreviviría. Hacia 1838 la traspasó a Silvestri Demarchi. La Farmacia de la Estrella fue pionera en América del Sur y aún se halla en actividad, en la esquina sudoeste de Defensa y Alsina, respetando la antigua decoración que contemplaban los vecinos en la época colonial. En 1971 fue adquirida por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y funciona como anexo del Museo de la Ciudad.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
El llanto de las ruinas – Librería Don Bosco, Buenos Aires (1955).
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