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EQUIPO DE CURAS VILLEROS, PASADO Y PRESENTE

Los curas villeros es un movimiento de sacerdotes de la Iglesia Católica surgido en Argentina a fines de la década de 1960 que viven en las villas miseria o barriadas precarias y que promueve el compromiso activo y la acción pastoral con las personas que la habitan. El movimiento de curas villeros se relaciona en sus orígenes con el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, con la Teología de la liberación y con la opción por los pobres. Tiene como referente al sacerdote Carlos Mugica, asesinado en 1974 por un grupo parapolicial, considerado como mártir por el movimiento. El papa Francisco ha mostrado en reiteradas oportunidades su identificación con los curas villeros. El movimiento tiene también conexiones con el peronismo, al que varios de sus integrantes han adherido expresamente.

LO SOLIDARIO MÁS QUE UNA ETIQUETA ES UN COMPROMISO

Los curas villeros tienen como antecedente el movimiento de origen francés de curas obreros, en especial la experiencia de curas obreros impulsada a comienzos de la década de 1960, por el obispo de Avellaneda Jerónimo Podestá. Contemporáneamente el sacerdote Arturo Paoli fundó en 1960 la Cooperativa Fortín Olmos en la localidad de Fortín Olmos, en el norte de la Provincia de Santa Fe. Paoli está considerado como uno de los padres de la Teología de la liberación con libros como Diálogo de la liberación (1969) y ha sido uno de los referentes teológicos del Papa Francisco. Estos procesos se desarrollaron en el marco del Concilio Vaticano II (1959-1962).

En 1967 se formó el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y al año siguiente, un grupo de sacerdotes pertenecientes al movimiento tomaron la decisión de comenzar a vivir en las villas miseria y comprometerse con sus necesidades y sus luchas.

En 1969 el arzobispado de Buenos Aires creó el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia (ESVE). En 1974 el grupo parapolicial Triple A asesinó a Carlos Mugica, uno de los curas villeros más conocidos, quien había construido la parroquia Cristo Obrero en la Villa 31, ubicada en el barrio de Retiro.5 En 1976 el cura Daniel de la Sierra instaló en una vivienda prefabricada la parroquia de la Villa 21 -años después denominada Nuestra Señora de Caacupé, en el barrio de Barracas y encabezó la lucha de la villa contra los intentos de erradicación de la dictadura militar que tomó el poder ese año.5 La represión, la dictadura y la falta de apoyo de las autoridades de la propia Iglesia Católica, limitaron el movimiento, que a fines de la década de 1990 reunía ocho sacerdotes en Buenos Aires.5En1996 se hizo una huelga de hambre de sacerdotes en villa 31por el derecho a la tierra pues el entonces intendente Dominguez envío topadoras desalojando pobladores teniendo el gobierno que desistir de dicha actitud.Entre los sacerdotes estaba Rodolfo Ricciardelli quien durante 40 años fue párroco en la villa 1 11 14 de bajo flores.Estos sacerdotes de los años 80/90 resistieron etapas de extrema pobreza devenidas de la dictadura y ayudaron en la incipiente democracia a la organización por la vivienda urbanización y cooperación entre los habitantes de todos los asentamientos de la ciudad de Buenos Aires.

En 1997 Jorge Bergoglio fue nombrado arzobispo de Buenos Aires y una de sus principales decisiones fue potenciar el movimiento, que alcanzó a veintidós sacerdotes en 2010 y veinticuatro en 2014.56

En 2007 el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia elaboró su primer documento titulado «Reflexiones sobre la urbanización y el respeto por la cultura villera».7

En marzo de 2009 el ESVE dio a conocer su segundo documento, titulado «La droga en las villas. Despenalizada de hecho».8 Como consecuencia del documento y la acción de los curas villeros, fue amenazado de muerte el padre José María Di Paola, cura de la villa 21 y más conocido como el Padre Pepe.9 Pocos meses después el arzobispo Bergoglio creó la Vicaría para las Villas de Emergencia, designando al padre Di Paola como vicario de la misma.

En 2014, al cumplirse 40 años del asesinato de Carlos Mugica, el ESVE publicó su tercer documento, titulado «En la Iglesia, la vida por Dios, la vida por el Pueblo».

El padre Di Paola explicó la razón de ser de los curas villeros, diciendo que solo viviendo en las villas era posible comprender su cultura y sus necesidades:

Nuestra experiencia es que mientras veníamos de visita teníamos una comprensión muy acotada de esta realidad, un conocimiento mediado por prejuicios, teorías y por la (des) información que publicaban los medios masivos de comunicación. Este conocimiento fue dando lugar a otro más directo, sin otro mediador que la luz de la fe.

Fuente www.wikipedia.org

Los pobres, la Iglesia y el Papa, en la visión de los curas villeros

El equipo de Sacerdotes de Villas de la Capital y la provincia de Buenos Aires, entre ellos los obispos Gustavo Carrara y Jorge García Cuerva y el padre Pepe Di Paola, hizo llegar a LA NACION la siguiente declaración

Con cierta perplejidad en este último tiempo leemos o escuchamos que la Iglesia en general, y en especial el Papa, no quieren que los pobres dejen de ser pobres, porque de esta manera se perdería lugar de influencia. Por eso nos ha parecido conveniente decir una palabra pública desde nuestro lugar, desde nuestra mirada.

Somos curas que vivimos y/o trabajamos en villas y barrios populares. Somos curas agradecidos de que los pobres nos hayan hecho un lugar entre ellos. Nuestro modo de estar es la cercanía, la amistad, la oración y el trabajo pastoral. Nuestra opción comienza en el trabajo y las obras.

La vida con los pobres es una opción a la que fuertemente nos invita el Evangelio de Jesús. Aquí no se trata solo de dar de comer a un pobre, sino de considerarlo digno de participar en nuestra mesa. Es pasar de la generosidad a la comunión. El Evangelio es claro: permanecer cerca del pueblo especialmente de aquellos que están solos, débiles y necesitados. Ser su amigo, su hermana, su hermano, hacernos prójimos, hacernos familia. La vida con los pobres nos ha permitido valorar la cultura popular latinoamericana. Cultura que opta por la vida y la libertad. Los vecinos y vecinas de nuestros barrios tienen el anhelo de que su familia viva bien. Por eso, para dar un ejemplo nomás, han pasado de la chapa y la madera a los ladrillos y la loza, para así darles un futuro mejor a sus hijos y nietos.

El Evangelio de Jesús es concreto y la cultura popular también lo es, por eso a lo largo de los años quisimos hacer nuestro aporte para que los vecinos y vecinas vivan mejor. No solo hemos levantado capillas, también escuelas, jardines comunitarios, clubes, centros barriales para la atención de personas con problemáticas de adicción, centros de formación profesional, oficinas de empleo, cooperativas de trabajo, etc. Y esto se ha podido hacer con la colaboración de muchos, buscando derribar muros y tender puentes para una real integración urbana.

Creemos que las reflexiones que se hacen sobre los pobres y las organizaciones que intentan organizar comunidades y superar la pobreza deben hacerse desde el conocimiento, la cercanía, el amor a los pobres, pero sobre todo, desde una profunda conciencia de igualdad. Porque, si no, esas reflexiones contribuyen a levantar muros y a cavar grietas. Los muros y las grietas, que son el signo de nuestro tiempo comienzan en la mirada de creerse distinto, de no reconocerse iguales, hermanos.

Hoy se habla de integración social y urbana y esto hay que entenderlo bajo la categoría de encuentro. Esto es reconocer al pueblo, que vive en nuestros barrios, como sujeto colectivo con su cultura, su lenguaje, su modo de razonar, su ritmo, sus símbolos. Esto no es populismo, es sencillamente respetar al otro como otro. En este encuentro los barrios pobres recibirán mucho, pero debemos reconocer que ellos ya aportan mucho. Por ejemplo, en la gran ciudad aportan, junto a otros miles de mujeres y hombres, una fuerza económica insustituible y dignificadora: el trabajo. Sobre todo en la construcción de nuestras casas, la ropa que usamos, las frutas y verduras que consumimos, incluso el cuidado de nuestros enfermos y de nuestros mayores.

Históricamente hemos pedido la presencia inteligente del Estado en los barrios populares y facilitado en lo que hemos podido su estar ahí. Hay dependencias del Estado que están junto a nuestras capillas. Es el Estado el que tiene en sus manos las mejores herramientas para esta integración social y urbana, que nuestros vecinos anhelan. Y uno de los caminos concretos es la generación de trabajo para los sectores populares. Donde el Estado no está inteligentemente presente, aparecen las organizaciones criminales que principalmente afectan la vida concreta de los vecinos de nuestros barrios.

El papa Francisco siempre nos ha alentado a trabajar a favor de los más pobres. Sabemos que en nuestro mundo de hoy su palabra es interpeladora y para algunos molesta: «¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para este sistema! Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia» (Evangelii Gaudium). Para nosotros, su ejemplo y su palabra son una invitación renovada a estar al servicio de los más pobres y no de nosotros mismos.

Que la Virgen de Luján nos inspire los caminos para cuidar a nuestra patria empezando por los más pobres.

De nuestro fondo Editorial

Fuente Lanacion.com Jueves 11 de enero de 2018

Publicado en lachacritaonline 13.1.2018 y 16.5.2018

 

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