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Hasta siempre Ángel Mahler

El compositor y director, figura clave del musical nacional, falleció a los 65 años. Su obra cumbre, estrenada en 1991, revolucionó el género y marcó un hito en la cultura popular.

El domingo 25 de mayo el mundo cultural argentino despidió a Ángel Mahler, compositor, director de orquesta y productor teatral, fallecido a los 65 años tras una lucha contra un melanoma metastásico que afectó sus pulmones y columna vertebral. La noticia, confirmada por sus allegados en redes sociales, destacó su partida «en paz, acompañado por el amor de su familia» tras semanas de internación por un derrame pleural 

Nació el 23 de mayo de 1960 Villa Devoto, donde pasó sus primeros años y desarrolló su temprana pasión por la música, especialmente tras una visita al Teatro Colón que marcó su vocación. Angel Jorge Pititto en 1960, Mahler adoptó su seudónimo en homenaje al compositor austríaco Gustav Mahler, aunque nunca logró legalizar el cambio . Su carrera se consolidó en 1983 al unirse al dramaturgo Pepe Cibrián Campoy, con quien formó una dupla creativa que transformó el teatro musical argentino. Juntos produjeron más de una docena de obras, pero fue Drácula, el musical (1991) la que los catapultó a la fama .  

Drácula: Un fenómeno cultural

La obra, basada en la novela de Bram Stoker, rompió esquemas al estrenarse en el Luna Park, un espacio inusual para musicales. Con una inversión inicial recuperada en 10 días y una recaudación total de 70 millones de dólares, el espectáculo combinó 52 actores, 30 músicos y 50 cambios de escenografía, atrayendo a más de 3 millones de espectadores en Argentina y giras internacionales . Mahler compuso piezas como Soñar hasta enloquecer, balada melancólica que se convirtió en símbolo de la obra y del teatro local .  

El éxito de Drácula no fue solo comercial. Según Mahler, el musical buscaba «llevar el género al pueblo», democratizando el acceso y desafiando la idea de élite asociada al teatro. Su enfoque priorizaba la excelencia artística sobre la rentabilidad inmediata, filosofía que aplicó en producciones posteriores como El Jorobado de París y Las mil y una noches .  

Más allá del teatro  

Mahler también incursionó en la música sinfónica, con obras como Sinfonía del fin del mundo, inspirada en Ushuaia, y Kadish por la AMIA, tributo a las víctimas del atentado de 1994 . Entre 2016 y 2017, asumió como ministro de Cultura de Buenos Aires, promoviendo políticas de acceso y producción artística .  

Su legado trasciende géneros. Para Mahler, la música era «una forma invisible del amor», herramienta para «despertar emociones y llegar al corazón» . Esta visión permeó su trayectoria, desde sus arreglos para artistas como Sandra Mihanovich hasta su labor en televisión y cine .  

Aunque su nombre quedará ligado a Drácula, su influencia se extiende a generaciones de artistas y espectadores que encontraron en sus melodías un puente entre lo popular y lo sublime. Hoy, esa misión resuena en cada acorde de su obra.

Fuentes consultadas: Ámbito, La Nación, página 12, infobae

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