Aquietados los fantasmas de la guerra fratricida que había llegado a su punto más oscuro cuando Lavalle hizo fusilar a Manuel Dorrego en diciembre de 1828, la naciente Confederación Argentina se proyectaba como un sistema político ordenado, honesto y tradicional. Aquel “César de las Pampas”, como fue nuestro Juan Manuel de Rosas, emergía desde lo más profundo de la campaña bonaerense para trazar los lineamientos que aún hoy, a casi dos siglos de su encumbramiento en la política criolla, lo convierten en una figura descollante y de innegable mención toda vez que hablamos de un proyecto de país.
Fueron las particularidades autóctonas de su régimen, las que hicieron del rosismo una época fundadora, gauchesca y refinada a la vez, capaz de producir las expresiones populares más genuinas y jamás conocidas hasta entonces. Y como claro ejemplo de esa producción innovadora y muy nuestra, surgida entre 1829 y 1832, tenemos a la publicación La Aljaba, pionera en la historia nacional de un diario dedicado exclusivamente a la mujer.
Es una desgracia tremenda el que nadie recuerde este aporte fundamental de la prensa gráfica argentina cobijada por la administración de Rosas. Además, situémonos en el ámbito orillero, gauchipolítico, de facones ligeros y pulperías atiborradas que predominaba en la campaña, ampliamente mayoritaria respecto de los centros urbanos existentes, para darnos cuenta de la valentía que significaba sacar a la luz una publicación semejante allá por el mil ochocientos treinta y pico…
Características de la publicación
El prospecto o anuncio de La Aljaba, afirmaba que se trataría de un diario “Dedicado al bello séxo argentino”, o sea, el femenil. Agregaba, entre otra información, su aparición dos veces por semana –los martes y viernes-, y que su origen era la famosa Imprenta del Estado, situada en la nomenclatura del viejo Buenos Aires: calle de la Biblioteca Nº 89, y que recaía en manos de su público al modesto valor de 3 pesos fuertes de la época.
Quizás por un temor fundado más la osadía que lo alimentaba, en ninguno de los dieciocho números de La Aljaba apareció el nombre de su editora, quien siempre se limitaba a suscribir las publicaciones bajo el discreto y genérico seudónimo de La Editora. Esta forma de validar una nota, difería de la que sí realizaba el periódico El Lucero, en cuya última cuarta hoja aparecía el nombre de Pedro De Angelis como su editor responsable. En cuanto al formato, el diario femenino poseía 4 hojas y muchas de sus notas concluían en el número siguiente al de su aparición. (1)
Desde su primer número, surgido el 16 de noviembre de 1830, hasta su desenlace, el 14 de enero de 1831, La Aljaba fue un diario sincero en sus planteos, traducidos, básicamente, en la emancipación espacial de la mujer, en el fomento de su instrucción educativa y en la elegancia de sus formas, deberes y conductas. Nunca llegó al reclamo grosero o banal, como tampoco rebajó el rol de la mujer argentina a situaciones morbosas tales como, décadas más tarde, propuso el feminismo activista posmoderno.
Unas veces, llamaba a la concordia y el cese de las hostilidades entre unitarios y federales para beneficio de la patria; otras veces, sus hojas ponían debida atención a la importante figura materna de la mujer. Como en el Nº 11 de La Aljaba (21 de diciembre de 1830), una nota alienta a que las madres debían formar, antes que hijos sabios, hombres de bien: “¡Oh! Padres y madres!! No tratéis de formar sabios de vuestros hijos sin estar antes bien seguros de que habéis formado hombres de bien: á vuestro lado, bajo vuestra inmediata vigilancia es donde lo conseguiréis: velad sobre sus pasos desde que mueven sus pies: ponedlos lejos de personas que con su mal ejemplo destruyan vuestras obras…”.
Las más de las veces, había publicaciones que reparaban sobre los peligros del apego a la lujuria, o bien, en textos tendientes a explicar la“existencia de Dios en las obras”. Tampoco se omitía mencionar el amor de la mujer por el solar patrio, una de cuyas notas salió en su primer número: “Parece indudable que este amor á la patria tiene asentado su trono en el corazón mismo de las mujeres; de esto nos han dado pruebas bien convincentes, desde el tiempo más remoto hasta el presente, innumerables matronas, que se sacrificaron ante sus sagrados altares gustosamente”, dice La Aljaba del 16 de noviembre de 1830, página 3.
Una particularidad de la prensa rosista, ha sido la prolífica producción de poemas y letrillas que contenían sus páginas. Sobre el particular, La Aljaba no fue la excepción. Va un ejemplo:
Las damas, á quienes la Aljaba
Vá á consagrar sus desvelos,
Son dignas de los anhelos
De una lira más pulsada;
Mas, en su bondad confiando,
Espera ser escuchada,
No aplaudida; porqué en ello
No está su ambición fijada.
Ahora aspira á ser leída,
Y en otro tiempo apreciada.
A modo de conclusión, diremos que el final de estas curiosas y extrañas hojas dedicadas enteramente a la mujer, quien por entonces habitaba en un clima de tacuaras, sangre y hombres cojudos, fue abrupto, y al parecer producto de una discordia en que se vio envuelta la editora de La Aljaba con un “papelucho dominguero, falsamente nombrado la Argentina”, ruge en su última edición, la Nº 18. Según sus últimas líneas, el panfleto La Argentina osó abusar “de la prudencia que se ha tenido hasta aquí”, y de ello iba un comentario ofensivo: “Nadie insulta más al Sexo Argentino, que el que se pone polleras, para con ellas cubrir los calzones, y á título de mujer merecer consideraciones y respetos, que sabe no le rendirán aquellos”. Y prosigue: “Nadie se burla más que el que provoca con sus fastidiosos e insípidos artículos, a las damas al fausto, y lujo; y después de llenarlas las cabezas de tonteras, convida á los hombres á que se casen con ellas, llamándolos moscardones ¡qué inconsecuente escritor!! quiere que no se rían y desprecien sus disparates…..¡Buen modo de proporcionar enlaces ventajosos!!”. Se desprende, para el fatal desenlace de La Aljaba, un problema de prejuicios –muy común en aquel tiempo-, una inquina sistemática y el ser primeriza en cuanto al espacio otorgado en un medio a temas relativos al sexo femenino.
Referencia
(1) Para manifestar que una nota terminaba en el próximo número, se ponían, entre paréntesis o sin ellos, los términos Continuará o Concluirá.
En cuanto al nombre de la editora de La Aljaba, se ha dicho que la misma era una nacida en Uruguay, de nombre Petrona Rosende de Sierra, nacida en 1787 y fallecida en 1862.
Por Gabriel O. Turone
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