Cada 20 de diciembre, el mundo celebra un principio esencial para nuestra convivencia: la solidaridad humana. Este día, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2005, pone en el centro la importancia de trabajar juntos para superar las desigualdades, proteger a los más vulnerables y construir un futuro más equitativo.
La solidaridad no es solo un concepto abstracto, sino una herramienta práctica para enfrentar los desafíos globales. Desde la lucha contra la pobreza hasta el combate al cambio climático, el compromiso colectivo es esencial. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), establecidos en 2015 por la ONU, se basan precisamente en la idea de que los grandes problemas del mundo necesitan soluciones colaborativas. Por ejemplo, el ODS 10, enfocado en reducir las desigualdades, depende de alianzas entre países, comunidades y personas para generar un impacto real.
Más allá de las grandes iniciativas globales, la solidaridad se construye a diario. Está en los gestos que nos acercan a quienes atraviesan dificultades, en el apoyo que brindamos a los demás y en la voluntad de escuchar y comprender a quienes tienen historias y necesidades distintas. Es en esos pequeños actos donde se materializa una red humana capaz de sostenernos en tiempos de incertidumbre.
La pandemia de COVID-19 evidenció la importancia de esta conexión. Desde el personal médico en los hospitales hasta las redes de ayuda vecinal, pasando por los esfuerzos para garantizar el acceso equitativo a las vacunas, quedó claro que la cooperación salva vidas. Al mismo tiempo, se hicieron visibles las profundas brechas que aún debemos cerrar para que la solidaridad deje de ser un privilegio y se convierta en una práctica universal.
Este 20 de diciembre, la invitación es clara: construir puentes y fortalecer vínculos. Como dijo Ban Ki-moon, ex secretario general de la ONU, “la solidaridad debe ser el motor de nuestras decisiones, no solo un ideal que admiramos”.
La solidaridad humana es más que un gesto altruista; es la base de un mundo donde todas las personas puedan prosperar. A través de ella, renovamos nuestra capacidad de transformar no solo nuestras circunstancias inmediatas, sino también el horizonte compartido que nos une como humanidad.