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MAXIMILIANO KOLBE. El hombre que se dono para salvar a otros

Quién fue este hombre, capaz de ofrecerse y dar su vida por otros, en las mazmorras de Auschwitz? La aceptación de una vida por otra fue aceptada en el campo de concentración de Polonia. Y fue al contrario de los gaseados en grupo, asesinado con una inyección letal.

Fue un fraile franciscano polaco conventual, su nombre completo Maximiliano María Kolbe, había nacido el 8 de enero de 1894. Su muerte fue el 14 de agosto de 1941. Había dado su vida por la de Fanciszek Gajowniczek, sus nombres además del propio; Caballero de la Inmaculada Concepción de María, Mártir de la Caridad… todo se reduce a un nombre para recordarlo. El sobrepasa la estatura humana o la engrandece hasta hacerla brillar en las tinieblas del Holocausto.
Aquellos hombres carecían de nombre para la maquinaria nazi. El era el 16.670.
Kolbe dio un paso al frente, pidiendo ocupar el lugar del sntenciado. Sorprendido en medio de su propia bestialidad, el comandante le requirió dos veces qué lo llevaba a dar su vida por su compañero de cautiverio. La respuesta no se hizo esperar: «…quiero morir en lugar de este hombre, yo no tengo a nadie que me necesite». Luego del estupor, su pedido fue aceptado por el jerarca nazi.
En 1939 la aviación alemana bombardeaba Varsovia, había comenzado la cacería humana. El 28 de mayo de 1941 llegaba desde la cárcel de Powiak al campo de concentración de Auswitch, Maximiliano Kolbe. Especialmente fustigado, perseguido dentro de mismo campo. Qué pasaba con el prisionero… Inhumanos tratos, degradación para hombres y mujeres, el infierno en la Tierra, y para él el sufrimiento se transformaba en doble jornada: manejar la pala, trasladar cadáveres y pesadas cargas, vestido con andrajos, rapado con su traje a rayas y su número grabado en negro, que quiso convertirlo en un anónimo prisionero, sin identidad. Cuando fue encontrado entre pastizales semiconsciente, sus compañeros lo llevaron hasta la enfermería de la prisión. Pura fiebre y debilidad extrema, Kolbe había tomado conciencia de su lugar en ese antro de muerte y degradación humana. Era ser el consuelo de sus compañeros de cautiverio, el paño de lágrimas, que todo lo escuchaba y consolaba tragándose el sufrimiento propio, dándose cada día sin pensar en otra cosa que el consuelo al otro. Su ración de pan, mendrugo infame y necesario lo daba a sus compañeros. El tenía a su madre, a la que consolaba con cartas esperanzadoras como ésta: «Querida madre, hacia finales de mayo llegué a Auschwitz en un convoy con otros prisioneros. E cuanto a mí, todo está bien, querida madre, el buen Dios está en todas partes y cuida de todos nosotros. Será mejor que no me escribas hasta que yo te responda porque no sé cuánto tiempo voy a estar aquí. Con cordiales saludos y besos».
El campo de concentración era uno de los más agresivos y severos, por cada prisionero que intentaba escapar se condenaba a diez de los reclusos a morir de hambre en un bunker…y éste fue el caso de Klos, panadero de oficio y que pertenecía al bloque de Kolbe. Se dio la orden de su fuga y fueron sacados de sus barracones los prisioneros hasta el aviso largas horas después, donde se le impidió sentarse.
Al día siguiente todos regresaron a sus trabajos menos los del barracón de Kolbe que continuaron parados, ya que el prisionero no aparecía. El comandante Fritz y sus ayudantes se presentaron para hacer la lista fatídica en ella estaba Franciszek Gajownieczek, sargento polaco, padre de familia, que suplicaba que le perdonaran la vida porque su mujer y sus hijitos le necesitaban. Fue entonces cuando el Nº16.670 dio un paso al frente para decir al comandante que él quería morir en lugar de ese hombre. «Quiero morir en lugar de ese hombre porque yo no tengo a nadie que me necesite», así fue aceptado el cambio. Una vida por otra.  
Confeccionado el pelotón de la muerte se inicia el viaje hacia el bloque Nº11, que sería su última morada. Antes de entrar los condenados se despojaron de sus ropas y alli quedaron, encerrados. Para que el hambre y la sed hicieran el resto. Pasaron 14 días se dio orden de acabar con los que seguían con vida. El 14 de agosto de 1941, el homicida entró con una jeringa cargada de ácido fénico. Y lo descargó en el brazo del preso 16.670, que era aquel niño que decía que había visto a la Virgen con dos coronas, una, blanca, de la pureza, y la otra, roja, del martirio. Y al preguntarle cual quería, el había respondido: «que las dos», era aquél joven franciscano enamorado de La Inmaculada, era el entusiasta promotor, que el 16 de octubre de 1917 fundaba La Pía Unión de la Milicia de María Inmaculada, el hijo espiritual de Francisco de Asís, el ordenado sacerdote en 1918, misionero desde 1930 en Oriente y el fundador en esas.. tierras de los centros en Honor a la Inmaculada Virgen María. Ese recluso era Maximiliano Kolbe, el Nº16.670, el mismo que hoy veneramos como Mártir de la Caridad».
                       Maximiliano Kolbe fundó y supervisó La Ciudad de La Inmaculada, Complejo Religioso cerca de Varsovia, con un monasterio, también un Seminario, una Editorial y una Estación de Radioaficionados.
                       Fundó publicaciones, divulgó otras y promocionó la labor de otras organizaciones.
                       Fue doctor en Teología. Filosofía. Educado en la Pontificia Universidad Gregoriano. 
                       Beatificado por Pablo VI el 17 de octubre de 1971.
                       Canonización por Juan Pablo II el 10 de octubre de 1982.
Con hábito franciscano sobrepuesto un traje de recluso de campo de concentración, Rama de Palmera, revista «Caballero de la Inmaculada», Rosario y Medalla Milagrosa.
De la Orden de los Frailes Menores Conventuales.
En medio del infierno un Hombre Santo que resplandecía en la oscuridad.

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