Cada siglo presenta sus características que pueden devenir de la anterior centuria o de los nuevos hechos que por la cotidianeidad los va gestando: a veces circunstancialmente, gestadas conscientes no los actores que los motivan.
Desde hace largos años, digamos décadas, estaríamos ante el derrumbe de las teorías paternalistas de un ordenamiento piramidal donde y por lógica, se distingue un arriba y un abajo.
Hay quien orienta y quien es orientado; quien manda y quien obedece en todo el sentido de las expresiones antedichas. En el plano filosófico o del pensamiento otro tanto.
Teorías muy fuertes han sabido encolumnar detrás de cada una de ellas un sinnúmeros de seguidores que entusiasmados se hicieron sonámbulos de nuestros pensamientos e ideas que se gestaron desde siglo anteriores como al futuro.
La revolución industrial Inglesa vino a cubrir un espacio dada la necesidad de evolución de bienes de consumo y de uso. Tiempo después la revolución francesa que sostenía los derechos del hombre vino a responder algunas falencias o mejor dicho deficitis de aquello que dejaba en camino la necesidad de desarrollar nuevos métodos para la producción industrial.
Allí se inició la gran batalla que aún hoy pretende continuar pero siguen presentando aquellas mismas contradicciones de origen cuales son la lucha por el control del estado. Una y otra excluyeron los demás valores, los demás índices que hacían al todo y por tal su mirada era reduccionista porque olvidaron al acto principal de cualquier contienda que es la persona o aquello que podemos definir genéricamente como “el humanismo”
De esta manera se convirtió a la persona como un predicado para las distintas interpretaciones de la realidad cotidiana. No lo dejaron ser verbo, sujeto, de sus teorías. Tan solo predicado, un accidente, quien pasivamente recibiría los beneficios o los perjuicios de esa lucha encarnizada entre dos pensamientos pretenidamente opuesto pero que al olvidarse de las personas como motor imprescindibles de los cambios hermanaban sus prácticas no distinguiendo acabadamente en qué se diferenciaban en lo más profundo.
Esta afirmación nos lleva a la conclusión que en cuanto a proyectos pasibles a realizarse, ambos pensamientos el marxismo y el liberalismo no diferían en cuanto a sus métodos y en cuanto a sus teorías que parecían ser antagónicas aunque solo en los dichos y no en los hechos.
La humanidad hasta el advenimientos de estas doctrinas gemelas desde su concepción ya venía presentando un derrumbe –aunque muy lento hasta el surgimiento de las otras visiones paternalistas.
El pensamiento cristiano o que se llamaba cristiano –que es lo que sostenemos aquí en más- ya venía haciendo agua como producto de un autoritarismo que llevó al catolicismo a una derrota que amenaza desaparecer de no cambiar esos pensamientos atados a la inquisición y al fundamentos de las cruzadas.
Hoyla Iglesia católica promovida desde el vaticano carente de futuro e incluso por intereses sectoriales, se está autodestruyendo por su pretensión de tutelar el paso del hombre sobre la tierra.
Poco a poco se va desgajando; poco a poco sus feligreses ante la falta de respuestas dela Institución salen en búsqueda de otras alternativas, cuyo discurso parten de una realidad. La inmigración y descomposición de la Iglesia Apostólica Romana es si se quiere una evidencia que resulta imposible no visualizar.
Las tres teorías, el marxismo, el liberalismo y del Vaticano demuestra el fin de una época y que para colmo, el discurso nietszcheano cada vez entra más en la interpretación de la realidad y la duda de las verdaderas develadas.
La promoción de la “No Verdad” o la crítica de las verdades verdaderas después de las nociones o las propuestas del gran filólogo alemán estan haciendo escuela a pasos agigantados.
En ese sentido las preguntas “Desde dónde se afirma lo que se dice” o “¿Quién dijo que esto es así?” El poco apego a las normas establecidas del fundamental libro “Así habló Zaratustra” es un golpe al corazón de esas teorías gemelas reduciéndolas a lo temporal y por tal renegando a renegando de lo fundamental.
Hoy estamos ante la presencia de una Iglesia temporal y de dos teorías reduccionistas se olvidan del humanismo o de la persona como verdadero cambio de la historia. O con otras palabras, se olvidan de los pueblos como motor de los cambios que deberán llegar tarde o temprano.
Este es el Buenos Aires que respiramos, este es el Buenos Aires que puede ser una caja de resonancia y en donde se dan cita los aspectos favorables o negativos de un mundo convulsionado que está próximo a un cambio de era tan importante como otras que la antecedieron.