Francisco regresa a Asís de la guerra, dejando atrás el campo de batalla, tras tomar una decisión que avergüenza a su familia delante de sus vecinos. El que había sido un joven desenfadado y vividor, se encuentra inmerso en un complejo proceso de conversión, una vez que sus excesos han dado paso a un interés creciente por el prójimo y por una vida interior mucho más profunda. Sus nuevas expectativas despertarán la ira de su padre, el rico mercader Pedro Bernardone, incapaz de comprender las motivaciones de su hijo.
A principios de los 70, el italiano Franco Zeffirelli filmó la película más popular sobre el patrono de su país. Sin la destreza que demostraría, años más tarde, en Jesús de Nazaret, el cineasta malogró su aproximación al carismático Francisco de Asís, con un vacuo intento de aportar actualidad a un santo contemporáneo ya de por sí, articulado una propuesta notablemente más escorada hacia la moda hippie del momento, que respetuosa con las fuentes hagiográficas. Como consecuencia, el relato no presta la suficiente atención al contexto social de comienzos del siglo XIII y adolece de una mayor profundidad en sus personajes, una circunstancia muy acusada en la excesiva abstracción de Francisco. Éste fue representado por el londinense Graham Faulkner, en detrimento de un Al Pacino, que buscaba uno de sus primeros papeles en el cine.
La cinta cuenta con una colorida y singular estética. Tiene sus aciertos, merced a lúcidas secuencias como la visita de Francisco a su amigo Bernardo de Quintaval o la predicación del Poverello en la que fue su casa, donde es recibido por sus padres con un doloroso silencio. Sin embargo, el gran legado del film es su inspirado repertorio de canciones. En la versión internacional, fueron interpretadas por el cantante de folk, Donovan.
Publicado 22.12.2018