Cada 29 de agosto, Argentina conmemora el Día Nacional del Árbol, una fecha que tiene más de 120 años de historia y conecta desde los gigantes africanos inmortalizados por Saint-Exupéry hasta los palos borrachos de Buenos Aires.
Los orígenes de una tradición centenaria
El 29 de agosto de 1900, el Consejo Nacional de Educación estableció oficialmente el Día del Árbol en Argentina, comenzando a celebrarse al año siguiente, en 1901. Esta iniciativa fue impulsada por Estanislao Zeballos, miembro de la Generación del 80 y figura destacada de la política y las letras argentinas. La propuesta surgió con un objetivo pedagógico claro: formar conciencia ciudadana sobre el cuidado y la protección del patrimonio forestal.
Suecia fue el primer país del mundo en instituir el Día del Árbol, en 1840, marcando el inicio de una tradición que se extendería por todo el mundo, aunque con fechas diferentes según cada región.
La función urbana de los árboles
En las ciudades, los árboles cumplen funciones que van más allá de lo estético. Actúan como reguladores térmicos naturales, reduciendo las temperaturas urbanas mediante la evapotranspiración y la sombra. Además, mejoran la calidad del aire al capturar partículas en suspensión y producir oxígeno, mientras sus sistemas radiculares previenen la erosión del suelo y facilitan la infiltración del agua de lluvia, reduciendo el riesgo de inundaciones.
El palo borracho: pariente porteño del baobab
Un ejemplo fascinante del arbolado urbano porteño es el palo borracho, cuyo tronco abultado le valió su peculiar nombre. En la ciudad de Buenos Aires, se pueden encontrar dos especies de palo borracho, el de flor rosada o samohú, que es el que posee mayor número de representantes, y el de flor blanca o yuchán. Pertenece a la misma subfamilia que el baobab, esos gigantes africanos que tanto cautivaron al Principito de Saint-Exupéry, quien temía que crecieran demasiado y destruyeran su pequeño planeta. A diferencia de los temidos baobabs de la literatura, el palo borracho nunca alcanza el tamaño ni la longevidad de un baobab, pero comparte con él la característica forma de botella que permite almacenar agua para las épocas secas.
Mantener y expandir el arbolado público no es solo una cuestión ambiental, sino una necesidad para la calidad de vida urbana.
Fuentes consultadas:Argentina.gob.ar, Secretaría de Ambiente y Recursos Naturales de Neuquén, Facultad de Educación Universidad Nacional de Cuyo, Infobae, Guía de Arbolado, Sistema de Información de Biodiversidad de Parques Nacionales, Beetles in the Bush, Baobab Foundation.
