Ingleses cargando el tesoro español en Luján – Obra de Francisco Fortuny
Cuando a principios de mayo de 1806 la escuadra inglesa navegaba hacia el Río de la Plata, los jefes de la expedición ya tenían resuelto un problema para ellos muy importante. Quince días antes, Baird, Beresford y Popham habían convenido la forma de distribución del tesoro que sospechaban se hallaba en Buenos Aires, a la espera de ser trasladado a España.
Según las leyes navales inglesas, los caudales eran “buena presa”. El convenio reservaba a Baird la cuota del jefe, por haber autorizado la expedición.
La existencia del tesoro fue confirmada el 9 de junio, cerca de Montevideo, por un escocés llamado Russel, pasajero de una goleta de bandera portuguesa. Las informaciones de Russel fueron estimulantes para los ingleses:
“Una gran suma de dinero había llegado a Buenos Aires desde el interior… la ciudad estaba protegida solamente por una poca tropa de línea, cinco compañías de indisciplinados blandengues, canalla popular… la festividad de Corpus Cristi, que se aproximaba y atraía la atención de todos, terminando en una escena de borrachera general y tumulto, sería la crisis más favorable para un ataque contra la ciudad”.
El 29 de junio, sobre el Fuerte de Buenos Aires flameaba la bandera inglesa. La ciudad había caído sin resistir. Se discuten los términos de la capitulación. Beresford exige, como principal condición, la entrega de los caudales reales que Sobremonte había guardado en Luján. Los mismos consistían en 71 barras de plata, 114 tercios de cuero con 342 mil pesos cada uno y 38 cajones con 76 mil pesos del tesoro. El virrey accede ante los emisarios del jefe invasor y, protegido por soldados ingleses, el tesoro desanda el camino de la fuga. El 5 de julio las carretas arriban a Buenos Aires. Doce días después la fragata “Narcissus”, comandada por el capitán Donnelly, zarpa hacia Gran Bretaña con la carga preciosa.
Caricatura de la época del periódico The Times.
La llegada del tesoro a Inglaterra es triunfal. En Portsmouth, donde la “Narcissus” ha anclado, el 12 de setiembre, una multitud despide a los ocho grandes carros tirados por seis caballos con la inscripción “Spanish Treasure” –cada uno lleva cinco toneladas de pesos plata- que parten hacia Londres, adornados con las banderas españolas tomadas en Buenos Aires.
Los londinenses reeditan, multiplicado, el júbilo de Portsmouth. Sobre los carros flameaban los gallardetes pintados con apelaciones bravías: Popham! Beresford! Buenos Ayres! Victory! Eran precedidos por piquetes de caballería y bandas de música. Dos batallones de marineros cerraban la comitiva. Era la dotación del Narcissus, que hacía ondear en sus manos las banderas capturadas. Los carruajes recorren las principales calles rumbo al Banco de Inglaterra, donde los caudales quedan depositados a la espera de su distribución entre las fuerzas invasoras, Lo que los ingleses no imaginaban entonces, es que cuando ellos festejaban el éxito de la invasión, hacía ya un mes que Buenos Aires había sido recuperada por los porteños.
El reparto de “la presa” se hizo, finalmente, en 1808, después de una áspera disputa entre Beresford y Popham por la interpretación del convenio que ambos habían firmado en Santa Elena: de acuerdo con el fallo de las autoridades, 296.187 libras, 3 chelines y 2 peñiques se repartieron entre 2.841 participantes en el ataque a Buenos Aires (1.235 del Ejército y 1.606 de la Marina). El general Baird recibió 35.985 libras; Beresford 11.995. El resto se distribuyó en una proporción aproximada de 7.000 libras para los jefes superiores de tierra y mar, 750 para los capitanes, 500 para los tenientes, 170 para los suboficiales y 30 para cada soldado y marinero.
Fuente
Belgrano Rawson, Eduardo – Noticias secretas de América.
El tesoro de Buenos Aires – Revista Militar, Nº 722, Buenos Aires, Jul/Oct 1989.
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