La sociedad del Don Pirulero donde cual atiende su juego; la misma sociedad donde las personas son descartables –más aún si tienen la piel curtida por el sol- en el día de ayer volvió a manifestarse con todas las luces.
“El Juez Penal de Reconquista condenó a Oscar Atamañuk, el conductor del colectivo en el que viajaban los estudiantes, a tres años de prisión en suspenso e inhabilitación de 7 años para conducir. «Lo más severo que buscábamos nosotros era la inhabilitación», sostuvo a CN23, Sergio Levin, papá de Lucas”, traía la infausta noticia el portal elargentino.com
No nos vamos a referir a los fundamentos del letrado pero sí a aquello que tantas veces se anunció al respecto que el chofer Atamañuk conducía alcoholizado y es allí justamente donde expresa con toda su dimensión la sociedad a la que hacíamos referencia.
No dudamos que el mencionado trabajador no tuvo intenciones de ocasionar el desastre pero, ¿pensó que los efectos del alcohol produce o es factible de producir conduciendo un micro de esas dimensiones?
Esto es reiteramos el mundo del Don Pirulero. Es el que hace la suya o aquella que le sirve o le conviene sin medir consecuencias y, directamente o indirectamente, le importa un rábano el semejante.
Es la sociedad del “sálvese como pueda” y poco le interesará hacer por el otro lo mínimo.
Este es el mundo del “qué me importa” si se logran los objetivos. Si hay que matar una, diez o mil persona da lo mismo; si hay que torturar o mentir o “sanatear” –como decía Fidel Pintos, todo es igual mientras se logren los objetivos.
Pero existe una alternativa, hay otra, un mundo distinto es posible y éste lo fundamentaron los chicos del Colegio Ecos quienes iban a un colegio de Santa Fe a ayudar, a trabajar juntos, a demostrar que la autogestión por y desde abajo es posible. Lo demostraron los chicos de Cromañón que entraban y salían del antro de la pudrición para socorrer a sus amigos o a quien pudieran hacerlo. Lo demostraron las tantas personas en el reciente desastre ferroviario de Flores que ayudaban a salir a los heridos de los hierros retorcidos.
No es ningún verso que la fe se manifiesta a través de las obras por que aquellas sin éstas es letra muerte o como diría el Apóstol Santiago “Dime qué obra has hecho hoy y te diré cuanta fe tienes”
Esta es la gran lección que dejan aquellos que no juegan a pisar cabezas ni cerebros; aquellos que aman al prójimo como si mismos y quienes hacen caso omiso al amor propio que siempre, pero siempre, quita el pan en la mesa ajena.