Que los tiempos cambian ésta es una verdad que sólo la necedad puede negar. El tema es cómo cambian y aquí comienza la cuestión.
Nuestro país en su trajinada historia; Buenos Aires con todos sus dimes y diretes y a veces defendidos unos y otros a punta de lanza o produciendo represiones bestiales que hacen acordar o la asemejan a las peores circunstancias por las que ha pasado el concierto de las naciones. Aquellos años del Siglo XX en los cuales los entuertos eran arreglados a balazo limpio o utilizando la fuerza pública para reprimir a un sector cuando la lógica e inclusivela ConstituciónNacionalexpresa claramente que fueron creadas en defensa dela Patriay no para ser el brazo armado de un sector que se apropió del poder, produjeron diversos cambios.
Y quienes no acordaban con ellos debían exiliarse: el General San Martín fue el más notorio caso. Hubo otros como el célebre Atahualpa Yupanqui que se iba o lo pasaría extremadamente mal.
Miles de ciudadanos por pensar distinto se tuvieron que exiliar: no eran éstos “jefes de las estructuras” que pretendían el cambio social a bombazos o demás; muchos, la gran mayoría, mal que les pese a algunos, eran jóvenes con ideales diferentes (equivocados o no).
Volvamos al principio.
Que los tiempos cambian, esto es indiscutible: cómo cambian o cuales serán los efectos de esos cambios es lo discutible.
Es cierto para circunscribirnos a los barrios porteños que Palermo Viejo ha cambiado y con las disculpas del caso, ha dejado de ser la cenicienta harapienta que fue para amplios sectores de propios y extraños: calles destrozadas por el transporte automotor de pasajeros cuya reparación debía hacerse cargo la municipalidad porteña, oscuridad total en horas de la noche producto del nunca desrramado de árboles, una población propia que oscilaba entre los 60 y 70 años pero poca juventud, casi nula, etc.
Hoy ha cambiado, eso es una verdad.
Mayor iluminación, mejor cuidado urbano, obras que debían hacerse o repararse como por ejemplo el puente de Soler con serios riesgos de venirse abajo, entre otros hechos.
Y, sin embargo, guarda la gran pregunta: muchos de estos edificios que se hicieron nuevos (porque se ha tirado abajo un barrio para construirse otro) abusa de la energía eléctrica en forma abusiva –valga la reiteración- y entonces la pregunta es: ¿Qué pasará cuando ésta que no es un bien renovable no alcance?
¿Qué reemplazará a los termotanques que usan electricidad y no gas no puedan seguir haciéndolo?
¿Con qué se lo reemplazará?
¿Será el momento de re-urbanizar Palermo Viejo una vez más? ¿Se refaccionará la zona y los edificios adaptándolos a las nuevas condiciones cuando el fluido eléctrico se acabe?
No estamos hablando que estas últimas preguntas podrían sucederse dentro de 50, 100 o unos años más.
Los vecinos de Palermo viejo pueden atravesar por esta situación en algunos años más. ¿Cuántos? Aún no lo sabemos.
Pero es un tema no menor y de esto sí que estamos seguros…