La Plazoleta La Amistad se transformó con un mural surreal y onírico. Cerdos alados y coloridos, estaciones de calistenia y diseño paisajístico accesible, este espacio resurge como un núcleo de actividad y expresión artística. A continuación, un recorrido por la intervención urbana, el perfil del artista detrás de la obra y la filosofía que convierte paredes en documentos vivos.
En el corazón de Coghlan, donde el tren Mitre atraviesa la cotidianidad, un espacio olvidado renace bajo el signo de lo surreal. La Plazoleta La Amistad, ubicada en Franklin D. Roosevelt 4076, ha sido reinventada como un núcleo de movimiento y arte, coronado por un mural de cerdos naranjas con alas que desafían la gravedad. La obra, creada por el artista urbano Santiago Fallon, despliega un universo onírico que dialoga con la funcionalidad del lugar.
Transformación del espacio
La renovación priorizó la integración de elementos prácticos y estéticos. Se instaló una estación de calistenia con pisos de caucho reciclado —material elegido por su seguridad y durabilidad—, junto a dos postas deportivas para entrenamiento al aire libre. El diseño paisajístico, con especies autóctonas y senderos accesibles, busca equilibrar el verde con la actividad física. ¿qué ocurre cuando el arte rompe con lo previsible? Los vecinos ya circulan entre los ejercicios y las pinceladas vibrantes, mientras el mural invita a mirar hacia arriba.
Este proyecto, parte de un plan para recuperar espacios subutilizados, refleja un enfoque que combina inversión en infraestructura con apuestas artísticas audaces.
Sobre el artista
Santiago Fallon, artista y arquitecto, desarrolla una práctica que entrelaza la geometría urbana con intervenciones que responden al contexto físico y social. Su obra, anclada en el colectivo eMePeCe, se caracteriza por una lectura estructural de los espacios: aprovecha ángulos, esquinas y superficies para integrar composiciones que interactúan con la arquitectura circundante. Utiliza técnicas como el uso de aerosoles y pinturas acrílicas, combinando trazos definidos con preparaciones de paredes que priorizan la perdurabilidad, aunque acepta la naturaleza efímera del arte callejero, donde capas de obras coexisten o se reemplazan.
Su enfoque metodológico incorpora el urbanismo como herramienta: identifica muros en zonas de bajo mantenimiento —comedores, hospitales, instituciones— y propone intervenciones colaborativas, involucrando a vecinos y artistas internacionales. Fallon trabaja con códigos gráficos que oscilan entre lo narrativo y lo simbólico, evitando la literalidad. Por ejemplo, transforma medianeras en ilusiones ópticas o adapta figuras a las dimensiones de túneles, generando recorridos visuales que activan la mirada del transeúnte. Para él, el arte urbano no es decoración, sino un acto de resignificación espacial donde la pared opera como un documento vivo, sujeto a capas de historia y comunidad.
Seguí al artista en sus redes: @ovejampc
Fuente consultada: cronista.com
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